EL LEON FIEL
(Cuento
Congolés)
(Ilustraciones: Gabi Torres)
(Fuente: http://blogsdelagente.com/ilustraciones/2009/03/30/leo)
Había una vez un jefe de una tribu que
era muy cruel con sus súbditos, a los que exigía una obediencia ciega.
Por ello le hacían ofrendas de sus bienes
más preciado y al llegar la noche, aunque están muy cansados, bailaban para él.
Un día, uno de sus súbditos se rebeló: ya
no quería someterse a tantas órdenes y decidió irse a la sabana.
- Serás presa fácil de los animales
salvajes – le dijeron sus amigos.
- Un hombre inteligente siempre consigue
hallar una solución. Prefiero morir antes que continuar viviendo sin libertad.
Decidió no escuchar más los consejos de
sus amigos, tomó la lanza y dejó la aldea. Enfadado como estaba, se marchó en
el acto y vivió algunos días en la sabana, alimentándose de lo que cazaba y
pagando su sed con el agua del río.
Un día, la hierba empezó a ondularse y de
los arbustos salió un león enorme.
El hombre agarró su lanza y esperó a que
el león se moviera.
Cuál no sería su sorpresa cuando la fiera
no lo atacó, sino que se paró y, gimiendo, le tendió la pata. Entonces el
hombre se percató de que el animal estaba herido y que se le había clavado una
larga espina.
“El león es un poderoso enemigo –pensó el
hombre-, pero ayudar a un enemigo caído es una prueba de nobleza. Debo superar
mi miedo”
Dominó el terror que sentía y se aproximó
lentamente, paso a paso.
Dejó la lanza sobre la hierba, se
arrodilló delante del león y le sacó delicadamente la espina. A continuación,
vendó la herida con un trozo de tela que arrancó de su propia camisa.
El león, que valoró que el hombre lo
hubiera ayudado, rugió como muestra de agradecimiento y ya no lo abandonó.
Una vez que estuvo curado, cazó junto a
su salvador y la amistad entre el hombre y el animal se fue haciendo cada día
más y más grande.
Al cabo de algunos meses, el hombre y el
león decidieron regresar a la aldea. Los habitantes, aterrorizados por la
fiera, se escondieron en los alrededores, pero el hombre les dijo que no tenían
nada que temer. El león no haría daño a la gente buena, solo estaba ahí para
castigar al tirano.
El jefe de la tribu, al percibir que
había llegado su hora, huyó a todo correr y no regresó nunca más a la aldea.
Desde ese día, todos vivieron con honestidad y justicia. El león protegía la
aldea de los invasores y cazaba en compañía de su amigo, los animales
necesarios para alimentar a su gente.
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