sábado, 12 de octubre de 2013

LA CENICIENTA
(Cuento de los hermanos Grimm)
(Ilustración - Fuente: 
http://www.blogodisea.com)

Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su hija y le dijo:

- Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré.
Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo.

La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana.

- No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, que vaya a la cocina con la criada.

Le quitaron sus vestidos buenos, le pusieron una basquiña remendada y vieja y le dieron unos zuecos.

- ¡Qué sucia está la orgullosa princesa! - decían riéndose, y la mandaron ir a la cocina: tenía que trabajar allí desde la mañana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, fregar los pisos, coser y lavar; sus hermanas le hacían además todo el daño posible, se burlaban de ella y le vertían la comida en la lumbre, de manera que tenía que bajarse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse pues no tenía cama y la pasaba recostada al lado del fuego.
Como siempre estaba llena de polvo y cenizas le llamaban la Cenicienta.

Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían que les trajese.

- Un bonito vestido - dijo una.

- Una buena sortija, - añadió la segunda.

- Y tú, Cenicienta ¿qué quieres?- le dijo.

- Padre, tráeme la primera rama que encuentres en el camino.

Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropezó con su sombrero en una rama de zarza y la cortó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeció. Corrió al sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que, regada por sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso árbol.

La Cenicienta iba tres veces todos los días a ver el árbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar en él un pajarito y cuando la joven sentía algún deseo, en el acto le concedía el pajarito lo que ella deseaba.

Celebró por entonces, el rey de aquel lugar, unas grandes fiestas que debían durar tres días, e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa. 
Cuando supieron las dos hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y le dijeron:

-Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una fiesta al palacio del Rey.

La Cenicienta las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y suplicó a su madrastra que se lo permitiese.

- Cenicienta -le dijo- estás llena de polvo y cenizas y ¿quieres ir así a una fiesta en el palacio? No tienes vestidos ni zapatos ¿y quieres bailar?

Pero como insistía en sus súplicas, le dijo por último:

- Se ha caído un plato de lentejas en las cenizas, si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras.

La joven salió al jardín por la puerta trasera y dijo:

- Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger.
Entonces cantaron así:

Las buenas en el puchero, 
las malas en el caldero.

Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas y después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi y los restantes pájaros comenzaron también a decir pi, pi y pusieron todos los granos buenos en el palto. Aún no había transcurrido una hora, y la estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó entonces las niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero ésta le dijo:

- No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras.

Mas viendo que lloraba, añadió:

- Si puedes recoger de entre las cenizas dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras.

Creyendo en su interior que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó, pero la joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y volvió a decir:

- Tiernas plomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y ayúdenme a recoger.

Las buenas en el puchero, 
las malas en el caldero.

Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse a la
ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi y los demás pájaros comenzaron a decir también pi, pi y  pusieron todas las lentejas buenas en el plato y aun no había transcurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. 
Llevó la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la fiesta, pero ésta le dijo:

- Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras.
Le volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas.
En cuanto quedó sola en casa, fue la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del árbol y comenzó a decir:

Arbolito pequeño, 
dame un vestido;
que sea de oro y palata, 
muy bien tejido.

El pájaro el dio entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda. En seguida se puso el vestido y se marchó al palacio. Al entrar sus hermanas y madrastra no la reconocieron y pensaron que sería alguna princesa extrajera, pues les pareció muy hermosa con su vestido de oro y ni se acordaban de la Cenicienta.
Salió a su encuentro el hijo del Rey, la tomó de la mano y bailó con ella, no permitiendo que bailara con nadie más, pues no la soltó de la mano en toda la noche y si se acercaban algún otro a invitarla le decía:

- Es mi pareja.

Bailó hasta el amanecer y entonces decidió marcharse el príncipe le dijo:

- Iré contigo y te acompañaré - pues deseaba saber quién era aquella joven, pero ella se despidió y saltó al palomar.
Entonces aguardó el hijo del Rey a que fuera su padre y le dijo que la doncella extrajera había saltado al palomar. El anciano creyó que debía ser la Cenicienta; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no había nadie dentro y cuando llegaron a la casa de Cenicienta, la encontraron sentada en el hogar con sus sucios vestidos y un turbio candil ardía en la chimenea, pues la Cenicienta había entrado y salido muy ligera en el palomar y corrido hacia el sepulcro de su madre, donde se quitó los hermosos vestidos que se llevó el pájaro y después se fue a sentar con su basquiña gris a la cocina.

Al día siguiente, cuando llegó la hora en que iba a comenzar la fiesta, se marcharon sus padres y hermanas, entonces corrió la Cenicienta junto al arbolito y dijo:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea de oro y plata,
muy bien tejido.

Entonces el pájaro le dio un vestido mucho más hermoso que el del día anterior y cuando se presentó en la boda con aquel traje, dejó a todos admirados de su extraordinaria belleza. El príncipe que la estaba aguardando le cogió la mano y bailó toda al noche con ella; cuando iba algún otro a invitarle decía:

- Es mi pareja.

Al amanecer manifestó deseos de marcharse, pero el hijo del Rey la siguió para ver la casa en que entraba, más de pronto se metió en el jardín de detrás de la casa. Había en él un hermoso árbol muy grande, del cual colgaban hermosas peras; la Cenicienta trepó hasta sus ramas y el príncipe no pudo saber por donde había ido, pero aguardó hasta que vino su padre y le dijo:

- La doncella extrajera se me ha escapado; me parece que ha saltado el peral. 

El padre creyó que debía ser la Cenicienta; mando a traer un hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él, y cuando llegaron a la casa, estaba la Cenicienta sentada en el hogar, como el día anterior, pues había saltado por el otro lado el árbol y fue corriendo al sepulcro de su madre donde dejó al pájaro su hermoso vestido y tomó su basquiña gris.
Al día siguiente, cuando se marcharon sus padres y hermanas fue también la Cenicienta al sepulcro de su madre y dijo al arbolito:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea de oro y plata,
muy bien tejido.

Entonces el pájaro la dio un vestido que era mucho más hermoso y magnífico que los anteriores y los zapatos eran todos de oro y cuando se presentó en la boda con aquel vestido, nadie tenía palabras para expresar su asombro. El príncipe bailó toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla decía:

- Es mi pareja.

Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta y el príncipe en acompañarla, más se escapó con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del Rey había mandado a untar toda la escalera del pegamento y se quedó pegado en un escalón el zapato izquierdo de la joven; lo levantó el príncipe y vio que era muy pequeño, bonito y todo de oro. 
Al día siguiente fue a ver al padre de Cenicienta y le dijo:

- He decidido que sea mi esposa a la que le venga bien este zapato de oro.

Se alegraron mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy bonitos; la mayor entró con el zapato en su cuarto para probárselo. Su  madre estaba acompañándola pero la joven no se lo podía meter aquel zapato porque sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño. 
Al verlo le dijo  su madre, entregándole un cuchillo:

- Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie.

La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con el hijo del Rey, que la subió a su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer del padrastro, en cuyo árbol habían dos palomas que comenzaron a cantar:

No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.

Se detuvo, le miró los pies y vio correr la sangre; volvió su caballo, condujo a su casa la novia fingida y dijo que no era la que había perdido que se probase el zapato la otra hermana. Entró esta en su cuarto y se le metió bien por delante, pero el talón era demasiado grueso. Entonces su madre le entregó un cuchillo y le dijo:

- Córtate un pedazo del talón, pues cuando seas reina no irás nunca a pie.

La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie en el zapato y ocultado su dolor, salió a ver al hijo del Rey,  que la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella. Cuando pasaron delante del árbol había dos palomas que comenzaron a decir:

No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.

Se detuvo, le miró los pies y vio correr la sangre, volvió su caballo y condujo a su casa a la novia fingida.

- Tampoco es esta la que busco -dijo-  ¿Tienen otra hija?

- No - contestó el marido - de mi primera mujer tuve una pobre chica, a la que llamamos Cenicienta, porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que buscas.

El hijo del rey insistió en verla, pero la madre replicó:

- No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla.

Se empeñó sin embargo el príncipe en que saliera y hubo que llamar a la Cenicienta. Se lavó primero la cara y las manos y salió después a presencia del príncipe que le alargó el zapato de oro; se sentó en su banco y sacó el pie del pesado zueco y se puso el zapato que le venía perfectamente. 
Cuando se levantó y le vio el príncipe la cara, reconoció a la hermosa doncella que había bailado el él y dijo:

- Esta es mi verdadera novia.

La madrastra y las dos hermanas se pusieron pálidas de ira, pero él subió a la Cenicienta en su caballo y se marchó con ella y cuando pasaban por delante del árbol, cantaron las dos palomas blancas:

Sigue, príncipe, sigue adelante
sin para un solo instante,
pues ya encontraste el dueño
del zapatito pequeño.

Después de decir esto, echaron a volar y se pusieron los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y la otra en el izquierdo.
Cuando se realizó la boda, fueron las falsas hermanas a acompañarla y tomar parte en su felicidad, y al dirigirse los novios a la iglesia, iba la mayor a la derecha y la menor a la izquierda y las palomas que llevaba la Cenicienta en sus hombros picaron a la mayor en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, e modo que picaron a cada una en un ojo.
Al volver se puso la mayor a la izquierda y la menor a la derecha y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas toda su vida por su falsedad y envidia.

Fin