sábado, 7 de mayo de 2011

La Ogresa

(Cuento de Argelia)

(Del libro "30 Cuentos del Magreb" de Jean Muzi)

(Ilustración: Alberto Montt)

(Fuente: Internet)

Fatma llevaba diez años de casada y no había podido tener ni un solo hijo.

- Como sigas así, tu marido va a repudiarte – le repetían a menudo su madre, sus hermanas y sus amigas.

El marido de Fatma era un fatalista. Creía que ya llegaría el feliz momento y nunca se le había ocurrido hacer el menor reproche a su mujer. Esto no impedía que Fatma se sientiera muy triste a veces. Había consultado a varios médicos de la ciudad y todos le habían aconsejado que tuviera paciencia:

- Con el tiempo todo se arregla – le había dícho uno de ellos.

Así, la mujer esperó y esperó, pero como nada ocurría, fue a ver a una hechicera. Sin embargo, sus brebajes fueron totalmente ineficaces. Entonces le dio por rezar, y, cinco veces al día, le suplicaba a Alá:

- Dame ese hijo que tanto espero, y poco importa que sea una niña o un monstruo – repetía la mujer -. Lo importante es que consiga ser madre de una vez.

Alá acabó por concederle su deseo. La mujer quedó embarazada y, nueve meses después, nació una niña.

- Es el día más feliz de mi vida – dijo Fatma, llorando de alegría.

Su marido se setnía igualmente feliz, aunque hubiera preferido un varón.

La niña tenía un apetito voraz. Cuanto más comía, más hambre tenía. Cuando la leche materna se agotó, hubo que recurrir a las ovejas de la familia, pero muy rápidamente, la leche que daban ya no bastó, de manera que Fatma tuvo que agregar la leche de sus cabras y luego la de sus vacas.

La niña fue creciendo y con ella su apetito. Apenas empezó a hablar, exigió carne fresca. Fatma comprendió entonces que había dado a luz una ogresa.

Como quería mucho a su hija, decidió guardar el secreto. Para poder aliementarla debió sacrificar sus ahorros y vender sus joyas. Cada día, a hurtadillas, iba a la ciudad y compraba la carne que exigía su hija.

A los siete años, la orgresa tenía el tamaño de una mujer adulta.

Una noche en la que se sentía particularmentea hambrienta, se levantó y devoró una oveja y una cabra en el corral de sus padres. Volvió a empezar a la noche siguiente y terminó yendo a casa de los vecinos para atacar a dentelladas mulas, asnos y caballos. Llegó incluso a tragarse un dromedario.

Los aldeanos, al darse cuenta de que faltaban algunos animales, decidieron hacer guardia. Una noche, el padre de la ogresa vio cómo su hija salía de la casa, se acercaba a una vaca, la degollaba y se la comía para luego volver a su cama. Al día siguiente habló con su mujer:

- He descubierto que nuestra hija es una ogresa.

- Hace teimpo que lo sé, pero no me atrevía a decírtelo – confesó Fatma.

- Tenemos que matarla – declaró elmarido.

- Soy su madre – replicó la mujer -, y debes de comprender que eso es imposible para mí.

El hombre fue a informar a los ancianos de la aldea, que se reunieron inmediatemante. Aconsejaron a los aldeanos que abandonaran el lugar lo antes posible.

-Es la única manera de no ser devorados como nuestros animales. – dijeron a la gente.

Los aldeanos salieron huyendo, dejando sus casas. Las únicas que se quedaron fueron la ogresa y su madre. Ésta se ocupaba de los animales abandonados en los corrales por algunos aldeanos que tuvieron demasiado miedo como para llevárselos.

Cada día, la madre le daba varios animales a su hija, cuyo apetito aumentaba sin cesar, y ésta no tardó en comérselos a todos.

Cuando Fatma ya no tuvo nada para darle de comer a su hija, decidió huir, ya que temía ser devorada también.

Una nohce de luna llena, mientras su hija dormía profundamente, abandonó la aldea con un dolor muy profundo y los ojos llenos de lágrimas.

Se dice que la ogresa sigue recorriendo la comarca gritando que tiene hambre.