jueves, 6 de marzo de 2014

EL BUHO
(Cuento Saharaui)
(Ilustración - Fuente: Internet)


Había una vez un hombre saharaui que, como era costumbre, todas las mañanas llevaba su rebaño para venderlo en el zoco junto con otros pastores.

Viajaban juntos, pero como el rebaño de este hombre era muy grande, avanzaban despacio. Un día sus compañeros de viaje le dijeron: 

—Mientras lleves tantos corderos no podremos viajar juntos, no llegaremos nunca. 

Entonces, el hombre sin decir nada, tomo su camello y empujando a su rebaño se fue.
Estuvo andando y andando hasta que llegó a un lugar que no estaba muy lejos de donde había partido. Atardecía ya y apareció un búho gritando y saltando a su alrededor y el hombre le dijo:

— ¿Qué pasa, a caso quieres comprarme estos corderos? 

El búho dio un grito y se calló.
Entonces el hombre dijo:

— ¿A qué precio los vas a comprar? 

El búho respondió con otro grito.
 
—De acuerdo, te los vendo por este precio – dijo el hombre y de nuevo el búho contestó con un grito.

—Vendré a verte dentro de un mes para que de des el pago acordado.  No lo olvides, dentro de un mes.

El búho dio un grito por última vez y se alejó volando.

El hombre pasó la noche allí estaba muy cansado para volver, además era tarde ya.
Al  día siguiente regresó donde estaban sus amigos, quienes al verlo le preguntaron: 

— ¿Dónde está tu rebaño? ¿Qué has hecho con él? 

—Se lo vendí todo a un búho que me encontré —explicó. 

— ¿Qué? —insistieron sus sorprendidos amigos. 

—Pues sí, se lo he vendido a un búho, 

Los amigos no creyeron nada de lo que el hombre les contaba y decidieron ir en busca del rebaño. 

— ¿Dónde van? —les preguntó—. No encontrarán nada, ya les he dicho que le vendí a un búho mi rebaño. 

Sus amigos no hicieron caso y fueron a buscar el rebaño. 
Al llegar donde estaba el búho sólo vieron los huesos y la lana. No quedaba ni un cordero vivo y regresaron sorprendidos. No podían creer que el hombre haya sido tan tonto. 

Pasaron los días y al llegar el día en que se cumplía un mes de la venta, montó el hombre en su camello y
partió en busca del búho. 

Lo encontró en el lugar acordado y  entonces le pregunto:
 
— ¿Has preparado lo que me debes? 

El búho gritó y empezó a volar. El hombre salió cabalgando detrás de él.
Cada vez que lo alcanzaba, el búho levantaba el vuelo y volvía a esperar que lo alcanzase.
De este modo llegaron ante una recóndita cueva y el búho penetró en ella.
El hombre desmontó su camello para seguirle y lo encontró posado encima de una piedra grande y plana.
Al acercarse vio por una rendija que debajo había una tinaja llena de monedas de oro. 

El hombre la cogió y el búho se marchó volando. Entonces empezó a contar las monedas hasta que reunió la cantidad acordada con el búho por el rebaño. Luego, volvió a dejar la tinaja con el resto de las monedas debajo de la piedra y se marchó. 

Al llegar junto a su familia, ésta se quedó sorprendida y quiso saber dónde estaba la cueva. El hombre les dijo:

—Yo tengo el dinero que me debía el búho. Nunca les enseñaré el lugar donde encontré las monedas. 

Sin embargo, no le hicieron ningún caso y, movidos por la ambición, salieron en su búsqueda.
Pero no encontraron ni rastro de la cueva ni de la tinaja. 

— ¡Qué tontos han sido! —les recriminó—. Aunque removieran el cielo y la tierra jamás encontraríais ese lugar.


Y si alguien no cree esta historia entonces que vaya allá y trate de encontrar aquel lugar.