domingo, 3 de marzo de 2013


LA FABRICA DE ORO

(Leyenda vietnamita)
 (Ilustración: Angie Vanessa Cárdenas Roa - Fuente: Internet)

Érase una vez, una hombre llamado Nai Ha vivía en una pequeña aldea cerca del rió Mekong y amaba el oro mas que cualquier otra cosa en el mundo. 
Tanto le gustaba el oro que consumía todo su tiempo en descubrir cómo convertir las cosas en oro. Poco a poco, se fue haciendo más pobre porque todo su dinero lo utilizaba para experimentar, y así llegó un día en que Nai Ha no pudo mantener a su familia.

Su esposa, agobiada por el problema de Nai Ha, pidió ayuda a su padre, a ver si éste le podía quitar los pájaros de la cabeza a Nai Ha.
Así, al cabo de unos días Nai Ha fue invitado por su suegro a comer. Mientras comían el suegro de Nai Ha le dijo:

- ¡Ja, ja, ja! Ya me ha dicho mi hija que tu también te dedicas al arte mágico de la obtención de oro. Como eres el marido de mi querida hija te dire un secreto
- el suegro miró a los lados, bajo mucho la voz  y continuó- tengo la fórmula para obtener oro.

Nai Ha, muy contento y nervioso, le preguntó al suegro cuál era el secreto.

- ¡Sólo necesito una cosa para poner en marcha la fórmula pero necesito tu ayuda!

-¡Claro que te ayudaré! Sólo dime que quieres que haga.

- Lo que necesitamos son tres kilos de aquella pelusa que crece bajo las hojas de banano o cambures. Atención:  aquellas pelusas que tomes deben ser de los árboles de bananos que tu mismo has plantado y cultivado en tus campos. Cuando hayas recogido bastante pelusa, tráemela, juntos haremos el oro.

Nada más llegar a casa, Nai Ha le contó el pacto que había hecho con su suegro y al día siguiente la familia ya estaba plantando árboles de bananos.

Con el tiempo las plantas crecieron, y con mucho cuidado Nai Ha sacaba de cada hoja la ligera pelusa. Estaba tan concentrado en el proyecto que ni se daba cuenta que la esposa y los hijos recogían los bananos que crecían y cada día los llevaban a vender al mercado de la aldea.

Después de 3 años de intenso trabajo, Nai Ha había recogido poco más de medio kilo de pelusa.
Era un trabajo fatigoso, pero Nai Ha sólo pensaba en el pacto con su suegro y los 3 kilos de pelusa de banano.

Al cabo de muchos años, Nai Ha logró recoger los 3 kilos de la blanca pelusa que le había pedido el suegro. La puso en un cesto y se la llevo al anciano.

- ¡Qué bien! Seguiste mis indicaciones y has trabajado mucho- dijo el suegro.- Sólo queda convertirlos en oro. Abre la puerta del fondo.

Nai Ha se precipitó hacia la puerta y al abrirla quedo como paralizado al ver tantos pedacitos de oro que había sobre la mesa y que destellaban al sol. Alrededor de la mesa, sonrientes sentados la esposa y los hijos de Nai Ha.

- Este es el que hemos ganado vendiendo nuestros buenos bananos en estos 10 años dijo amablemente la esposa de Nai Ha.

- Nai Ha, eres un hombre rico de verdad - dijo su suegro - Así es cómo se convierten las cosas en oro y durante todos estos años lo has hecho casi sin darte cuenta. Ahora tienes que seguir haciéndolo.

Y así fue, Nai Ha siguió el consejo de su suegro y trabajo junto con su familia para conseguir vivir desahogadamente.