miércoles, 6 de enero de 2016



LOS SEIS JIZOS Y LOS SOMBREROS DE PAJA
(Cuento popular japonés)
(Ilustraciones - Fuente : Internet)


Érase una vez un abuelo y una abuela que vivían pobremente en una pequeña casa en el medio del campo. El abuelo se ganaba la vida haciendo sombreros de paja. 
Cuentan que un año, al llegar la noche vieja no tenían dinero para comprar pelotitas de arroz y poder  celebrar el Año Nuevo. Entonces, el abuelo decidió ir al pueblo y vender unos sombreros de paja. 
Cogió cinco sombreros, se los puso sobre la espalda, salió de su casa y empezó a caminar al pueblo.
El pueblo quedaba bastante lejos de su casa, y el abuelo se pasó todo el día cruzando campos hasta que por fin llegó. 

Ya allí, se puso a pregonar:
- ”¡Sombreros de paja, bonitos sombreros de paja!
Pero, ¿Quién quiere sombreros en la noche vieja?”, pues nadie.

Había bastante gente de compras, compraban pescado, vino y  pelotitas de arroz, pero, como no se sale de casa el día de Año Nuevo, pues, a nadie le hacía falta un sombrero. 
Se acabó el día y el pobre abuelo no vendió ni un solo sombrero. Entonces decidió a volver a casa, triste y sin las pelotitas de arroz.
Al salir del pueblo, comenzó a nevar. El abuelo se sentía muy cansado y le daba mucho frío cruzar  los campos  que ahora estaban cubiertos de nieve. 

De repente se fijó en seis Jizos , unas estatuas de piedra que representan a los dioses japoneses,  que estaban con las cabezas cubiertas de nieve y las caras colgadas de carámbanos.
El viejo tenía buen corazón y pensó que los pobres Jizos debían tener frío. Les quitó la nieve, los carámbanos y uno a uno empezó a ponerle los sombreros de paja que no pudo vender, diciendo: 
- ” Son solamente de paja pero, por favor, acéptenlos como ofrenda".
Pero el abuelo solo tenia cinco sombreros, y los Jizos eran seis. Al faltarle un sombrero, pensó que al último Jizo podía ponerle su propio sombrero, y entonces dijo:

- “Discúlpeme, por favor, por darle un sombrero tan viejo, pero es el único que me queda".
Cuando acabó, siguió caminando por entre la nieve hacia su casa.
El abuelo por fin llegó a su casa todo cubierto de nieve y muy cansado. Cuando la abuela lo vio así, sin sombreros ni nada, le pregunto que qué pasó. El le explicó lo que ocurrió: que no pudo vender los sombreros y que mientras volvía  se sintió muy triste al ver a seis Jizos cubiertos de nieve, pero como eran seis y él solo tenía cinco sombreros, tuvo que dejar también el suyo.
Al oír esto, la abuela se alegró de tener un marido tan cariñoso:

- “Hiciste bien. Aunque seamos pobres, tenemos una casita caliente y ellos no.” 
El abuelo, como tenía frío, se sentó al lado del fuego mientras la abuela preparaba la cena. No tenían bolitas de arroz, ya que abuelo no pudo vender los sombreros de paja, y en vez de eso comieron solamente arroz y unos vegetales en vinagre. Luego se fueron a la cama a descansar.
A la media noche, el abuelo y la abuela fueron despertados por el sonido de personas cantando. Primero, las voces sonaban lejos, pero se iban acercando lentamente a la casa y cantaban así:

“¡Abuelito dio sus sombreros

A los Jizos todos enteros

Alijeros, a su casa, alijeros!”

El abuelo y la abuela estaban sorprendidos, aún más cuando oyeron un gran ruido, “¡Bum!” y corrieron para ver lo que era. Vaya sorpresa que se dieron al abrir la puerta.
Cuando abrieron la puerta vieron paquetes y paquetes montados unos sobre otros, los que estaban llenos  de arroz, vino, pelotitas de arroz, decoraciones para el Nuevo Año, mantas, quimonos, comida bien caliente y muchas otras cosas. 

Al buscar quien les había traído todo esto, vieron a los seis Jizos, alejándose con los sombreros de abuelo puestos. 
Los Jizos, en reconocimiento a la bondad del abuelo, les habían traído estos regalos para que  tuvieran un prospero Nuevo Año.
¡Feliz 2016!
Fin.