domingo, 5 de diciembre de 2010


Llegó Diciembre, realmente este año se fue volando...y ha sido un año maravilloso, donde conocí a gente entrañable, donde aprendí de mis errores, donde me levanté de varias caidas y curé muchas heridas. Fué un año generoso, un año con muchas respuestas y de muchas certezas, un año de mucha FE!!
Quiero compartir con ustedes un cuento maravilloso, una historia que por más pequeñita que parezca, por más simple, encierra en ella toda la sabiduría de los cuentos, una historia que nos enseña a seguir adelante cada día, nos enseña que los sueños si se cumplen y sobre todo nos enseña que no debemos abandonarlos JAMÁS, por más dificil que sea, por más duro que parezca...siempre hay una Luz al final del camino, SIEMPRE!!!...

Suena simple?, no creo, yo creo que suena a FÉ!
UNA MUY FELIZ NAVIDAD PARA TODOS USTEDES Y UN AÑO NUEVO LLENITO DE LUZ, ALEGRÍA , AMOR Y MUCHOS, PERO MUCHOS CUENTOS QUE ESTÁN POR SALIR A LA LUZ Y NACER EN NUESTRO INTERIOR!!!

(El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino para cumplir tus sueños)


EL GUSANITO QUE TUVO UN SUEÑO

(Cuento Popular)

(Ilustración: Daniela Violi)

(Fuente: Internet)

Hubo una vez un pequeño gusanito que le gustaba mucho salir por las mañanas a mirar las flores, los árboles, las nubes y el sol. Un día el pequeño gusanito tuvo un sueño: Soñó que desde la cima de una gran montaña podía mirar el valle, y fue tan hermoso su sueño que decidió cumplirlo, así que a la mañana siguiente salió con mucha determinación a cumplir su sueño.

Caminando por el bosque y muy cerca del camino un grillo vió pasar al gusanito.

-Hacía dónde te diriges?, le preguntó el grillo.

Sin dejar de caminar, el gusanito contestó:

-Tuve un sueño, anoche soñé que desde la cima de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.

Sorprendido, el grillo le dijo mientras su amigo se alejaba:

-Debes estar loco!, Cómo podrás llegar hasta aquel lugar?, Tú eres una simple oruga! Una piedra será una montaña para ti, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable. Nunca podrás llegar!!. - Y el grillo comenzó a reirse si parar.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.

De pronto se oyó la voz de un saltamontes:

-Hacía dónde te diriges con tanto empeño? - preguntó el saltamontes al gusanito.

Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante:

-Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.

El saltamontes no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo:

-Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa.

El se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Al poco tiempo se encontró con un escarabajo que le preguntó lo mismo:

-Hacia donde te diriges con tanta decisión?.

-Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.

El escarabajo esta vez no pudo aguantar la risa y soltó la carcajada en la cara del gusanito sin poder pronunciar una sola palabra.

Pero al gusanito no le importó, el siguió muy firme en su marcha y mientras caminaba soñaba con el ver todo el bosque desde lo alto de la montaña.

Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir.

- No lo lograrás jamás! -le dijeron-, pero en el interior del gusanito había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pasar la noche.

-Estaré mejor en mi casita - Dijo por última vez el gusanito.

Todos los animales del valle empezaron a preguntarse por el gusanito y en todo el bosque se escuchaban comentarios sobre aquél loco animal. Pero un día una hormiga encontró la casita del gusanito y fue corriendo a avisar a todos los bichos de bosque:

- ¡El gusanito se murió!, ¡El gusanito se murio! - gritaba y gritaba sin parar.

Los bichos del bosque fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Todos miraban con pena la casita del gusanito sin vida, pero una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos, para darle un último adiós.

De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.

Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas con el color del arcoiris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: El gusanito se convirtió en "Una mariposa".

No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría. Se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.

martes, 9 de noviembre de 2010

LA LEYENDA DE SUDAMA

(Cuento de la India)

(Ilustración - Fuente: Internet)

Sudama era un hombre muy pobre que vivía con su esposa en una modesta casita. Él era bueno y laborioso, pero nunca tenía dinero suficiente para atender sus necesidades. Un día, su mujer se le acercó y le dijo:

-¿Cómo es posible que sigamos viviendo tan pobremente?, Sudama, a nosotros nos falta comida, mientras que tu gran amigo Krishna vive en la abundancia. ¡Apúrate, ve hasta él a pedir su ayuda!.

-¿Qué dices? ¿De dónde sacaría yo valor para hacer algo así? ¡Krishna ni si quiera debe acordarse de mí!

Ante la insistencia de su esposa, Sudama al fin decidió acudir a su amigo Krishna. Lleno de vergüenza, se puso su mejor vestido, juntó todo el arroz que pudo y salió hacia la ciudad. Levaba consigo apenas algunos puñado de arroz.

Krishna se había conversito en rey y vivía en un palacio majestuoso. Sus paredes eran altas y fuertes; su interior era de piedra labrada. Sus muebles habían sido hechos con las maderas más finas de toda la India. Docenas de sirviente lo atendían.

Tímidamente, Sudama entró al palacio. Se dio cuenta de que la tela de su vestido era burda y simple, comparada con las cortina de los ventanales. ¡Y qué decir de la corte! Todos allí le parecían reyes. Poco a poco se abrió paso hasta la sala del trono, en donde estaba sentado su amigo. Notó que a sus pies había toda clase de obsequios, unos de oro y piedras preci9osas, otros todavía guardados en cofres lujosos. ¿Cómo iba él a entregarle el poquísimo arroz que le traía de regalo? Sudama empezó a retrocede, con ganas de huir de allí inmediatamente.

Peor entonces, Krishna se levantó de su trono y apuntó su dedo índice hacia él.

-¿Sudama? – gritó- ¿Será posible que seas tú?

Sudama se quedó quieto y quiso desaparecer. Toda la corte le dirigía la mirada. El rey volvió a hablar:

-¡Sudama, por supuesto que eres tú! ¡Camaradas, celebremos la llegada de mi queridísimo amigo de infancia, el buen Sudama!

Sudama se había equivocado. Krishna lo recordaba muy bien, pues habían sido los mejores amigos cuando niños.

Diciendo esto, Krishna lo abrazó, le presentó a toda la corte y le llevó a dar un paseo por el palacio. Sudama estaba sorprendido y muy agradecido con Krishna. De repente, Krishna se detuvo y le preguntó a su amigo con curiosidad:

-Sudama, tú sabes que todo aquel que visita a un rey debe llevarle un regalo. ¿Qué me has traído tú?

Sudama creyó que este sería el fin de su amistad. Sintiendo gran pena, le ofreció los puñados de arroz que traía. Krishna sonrió. Hizo cocinar el arroz de inmediato, lo comió con mucho gusto y dijo que era el plato más exquisito que jamás hubiera probado. Los dos amigos hicieron una gran fiesta esa noche.

Durante varios días Krishna trató a Sudama no sólo con el cariño con el que un rey trata a otro rey. Mandó a hacer para él hermosos vestidos y lo alojó en la mejor habitación del palacio. Pasaron largas tardes juntos recordando sus días de infancia. En su estadía en el palacio de Krishna, Sudama fue feliz como nunca antes.

Sólo una preocupación nublaba su dicha: el regreso a casa. Sabía que su esposa estaría enfurecida si descubría que él no había tenido el coraje de pedirle ayuda al rey. Varias veces trató, pero no se atrevía. Sentía que las atenciones de Krishna ya eran demasiado para él. Cuando al fin llegó el día de su partida, el rey lo despidió con grandes honores, suplicándole que volviera pronto.

A Sudama le pareció más largo que nunca el camino de regreso a casa. Caminó mirando al piso. Pensó que su mujer moriría de hambre por culpa de su timidez. Se lamentó y lloró durante el viaje.

Cuando ya se acercaba a su destino, vio que detrás de la loma que estaba delante de su casa se asomaba una gran cúpula dorada. Siguió caminando y, a medida que lo hacía, fue apareciendo, bajo la cúpula un enorme palacio, muy cerca del lugar donde recordaba que quedaba su casa. Llegó al protón del palacio, que estaba vigilado por muchos guardias. Parecía el lugar exacto en donde vivía antes. Pensó que debía de haberse equivocado en algún cruce de caminos, y estaba a punto de irse cuando vio que desde el balcón una mujer gritaba:

-¡Esposo mío, ven aquí! ¡Guardias, ábranle la puerta al dueño de casa!

Sudama entendió entonces que su amigo le había cambiado la vida en secreto.

En el palacio que les regaló Krishna, rodeados de riquezas Sudama y su esposa vivieron felices para siempre. A menudo invitaban a Krishna a que se quedara con ellos. Y no sólo a él, sino a todas las personas que quisieran. Y siempre trataron a sus huéspedes con la generosidad y la humildad que aprendieron de Krishna.

El hombre más rico del mundo no es el que conserva la primera moneda que ganó, sino el que conserva el primer amigo que tuvo!!

sábado, 2 de octubre de 2010

Hoy estoy muy feliz y orgullosa, como mamá, como amiga y como narradora.

Hoy quiero compartir mi felicidad con ustedes.

El día de ayer mi hija Lucía obtuvo el segundo puesto en la categoría "Cuentos inéditos" de 5to y 6to grado, en los Juegos Florales de su colegio.

Ella envió este cuento maravilloso y que además tuve la oportunidad de narrar en una de mis presentaciones.

Desde hoy este cuento me acompañará siempre y quiero compartirlo con todos ustedes, sobre todo porque son tan devoradores y amantes de las historias como yo.

Así que con todo el orgullo del mundo les dejo el cuento que hizo mi preciosa "Princesa Lucía".

Con ustedes:


La Luna y el príncipe

(Cuento escrito por: Lucía Mimbela Menéndez)

(Ilustración - Fuente: Internet)

Hace mucho tiempo, en un pueblo lejano, vivía un príncipe. Un príncipe que era generoso, trabajador, bueno pero muy, muy tímido; tan tímido que no tenía amigos porque no se atrevía a hablar con nadie. Las palabras se le quedaban atrapadas en la garganta sin poder salir.

Una noche, harto de no tener la valentía de poder hablar, salió de su castillo. Se sentó en el verde pasto, trató de pensar. Miró la luna. Estaba muy brillante, grande y amarillenta. Tuvo una gran idea.

Así que dijo:

- Hola luna - notó que no se puso colorado ni que necesitó valor para decirlo - yo tengo un problema. Soy muy tímido y no puedo hablar con nadie...

Parecía que la luna lo escuchaba atentamente. Al príncipe le pareció una gran idea hacerlo, así que todas las noches salía de su castillo y se ponía a hablar con la luna. A contarle todo lo que le pasaba.

Pero un día notó que la luna no salía y se sintió muy solo...y esperó y esperó a que la luna saliera. Cuando lo hizo le dio una gran alegría, porque pensó que lo había dejado para siempre.

Una noche, un lobo que pasaba por ahí, lo escuchó hablar con la luna. El lobo se preguntó por qué una persona le hablaría a la luna de esa manera, con tanto entusiasmo y diversión. El lobo escuchó una parte de la historia que el príncipe le contaba. Escuchó que él era muy tímido y que no podía hablar con nadie por su timidez.

Al lobo también le pareció una gran idea hablar con la luna porque él tampoco tenía amigos. Ningún lobo tenía amigos; los lobos son muy tímidos también.

Así que la siguiente noche, el lobo se escapó de la manada, se fue a una montaña muy alta y le empezó a aullar a la luna. Es por eso, que los lobos le aúllan a la luna, porque son muy tímidos, y sienten que la luna es su única amiga.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA VERDADERA JUSTICIA

(Adaptación del libro: Cuento de otras tierras)

(Ilustración: Ester García Cortés)

(Fuente: Internet)

Hubo una vez un califa en Bagdad que deseaba sobre todas las cosas ser un soberano justo.

Indagó entre los cortesanos y sus súbditos y todos aseguraron que no existía califa más justo que él.

-¿Se expresarán así por temor? – se preguntó el califa.

Entonces se dedicó a recorrer las ciudades disfrazado de pastor y jamás escuchó la menor murmuración contra él.

Y sucedió que al mismo tiempo, el califa de Ranchipur sentía los mismos temores y realizó las mismas averiguaciones, sin encontrar a nadie que criticase su justicia.

-Puede que me alaben por temor – Se dijo – Tendré que indagar lejos de mi reino.

Un día quiso el destino que los lujosos carruajes de ambos califas fueran a encontrarse en un estrecho camino.

-¡Paso al Califa de Bagdad! – Pidió el Visir de éste.

-¡Paso al Califa de Ranchipur! – exigió el del segundo.

Como ninguno quería ceder, los Visires de los dos soberanos trataron de encontrar una fórmula para salir del paso.

-Demos preferencia al de más edad- acordaron.

Pero los Califas tenían los mismos años.

-Demos entonces preferencia al que tenga mayor número de posesiones.

Pero igual los dos Califas tenían igual amplitud de posesiones

-Ya sé – dijo uno de los Visires,- Demos preferencia al que tenga mayor cantidad e soldados y mayor número de ejércitos.

Pero los dos Califas tenían idénticos ejércitos.

Para zanjar la cuestión, el Visir del Califa de Bagada preguntó al otro:

-¿Cómo es de justo tu amo?

- Con los buenos es bondadoso – replicó el Visir de Ranchipur,- justo con los que aman la justicia e inflexible con los duros de corazón.

-Pues mi amo es suave con los inflexibles, bondadoso con los malos, con los injustos es justo, y con los buenos aún más bondadoso – replicó el otra Visir.

Oyendo esto el Califa de Ranchipur, ordenó a su cochero aparatarse humildemente, porque el de Bagdad era más digno de cruzar él primero, especialmente por la lección que le había dado de lo que era la verdadera justicia.

domingo, 8 de agosto de 2010

LA LEYENDA DE TANABATA

(Leyenda Japonesa)

(Ilustración - Fuente: Internet)

Dicen que hace muchísimos años en una pequeña aldea vivía un joven llamado Hijoboshi, que quiere decir pastor de estrellas.

Todos los días salía a trabajar con su gran canasta.

Un atardecer, mientras el joven volvía a su casa, aun lado del camino encontró una bellísima tela blanca y resplandeciente que le llamó mucho al atención.

Al acercarse, vio que era un vestido, lo recogió y quedó maravillado con él, era el traje más hermoso que había visto en su vida, así que decidió quedárselo y lo guardarlo en su canasta.

El muchacho se dispuso a seguir con su camino cuando oyó una voz:

-Disculpa.- dijo la voz.

-¿Me hablan a mi? – contestó el joven mirando a todos lados.

-Si, he sido yo – respondió una muchacha hermosísima, escondida tras un árbol. – ¿Has visto un vestido blanco de plumas?. Si lo viste por favor, devuélvemelo . Vivo en el cielo y sin él no podré regresar a mi hogar.

El muchacho sorprendido por la belleza de aquella joven, no pudo contarle que había guardado el vestido y así la joven tuvo que quedarse a vivir en la tierra.

La muchacha se llamaba Orihine, que quiere decir princesa tejedora y ella era una princesa, hija de Tentei, rey Celestial.

La joven se fue a vivir con el pastor y al poco tiempo de estar juntos se enamoraron y se casaron.

Una mañana, cuando Hijoboshi, se fue a trabajar, Orihine encontró su vestido escondido entre dos vigas de la casa.

Aquella tarde cuando el joven regresó se sorprendió al ver a Orihine con su vestido alzándose hacia el cielo y diciendo:

- Si realmente me amas, teje mil pares de sandalias de paja y entiérralas alrededor del árbol de Bambú. Si lo haces, nos veremos de nuevo.

Orihine se elevó cada vez más alto y regresó a su hogar en el cielo.

El joven se quedó muy triste, solo en su casa, pero sabía perfectamente lo que debía hacer.

Así que al día siguiente muy temprano, empezó a tejer las sandalias de paja.

Siguió tejiéndolas día y noche sin descansar hasta que tuvo casi mil pares y las enterró bajo el árbol de Bambú, tal y cómo le había dicho su esposa.

Al día siguiente vio con sorpresa que allí donde estaba el pequeño árbol, había uno más grande y alto que llegaba hasta el cielo, y sin importarle la altura empezó a subir por él, ayudándose con pies y manos.

Subió y subió sin parar y cuando estaba por llegar, descubrió que al Bambú le faltaban algunos metros para llegar hasta el cima del cielo. Había estado tan apresurado en hacer las sandalias que no se dio cuenta que había hecho sólo 999 pares.

Así que el joven comenzó a gritar:

-¡Orihine!¡Orihine aquí estoy!.

-¡Eres tu! – exclamó la princesa. Entonces estiró su mano y ayudó al joven a subir. Se abrazaron fuertemente. Ambos estaban muy felices de verse de nuevo.

Tentei, el padre de Orihine, , sin embargo, no estaba tan contento de que su hermosa hija se hubiera casado con un hombre del mundo de abajo. Trataba mal al joven y le deba mucho trabajo para hacerlo infeliz y así separarlo de su hija.

Un día el Rey Tentei se acercó al joven y le dijo:

-Vigilarás el campo de melones durante tres días y tres noches. Si logras hacerlo bien podrás quedarte con mi hija.

Cuando Hijoboshi, pastor de estrellas, le contó a Orihine lo que su padre le había pedido ella le dijo que tuviese mucho cuidado porque que su padre había puesto una trampa y que no importara cuanta sed tuviese, no debía por ningún motivo coger un solo fruto del huerto para calmar su sed.

Hijoboshi, a la mañana siguiente fue al campo a cuidar de los melones y se dio cuenta que en aquel lugar hacía mucho calor. Los melones se veían muy jugosos. Pero el joven Hijoboshi trataba sólo de pensar en su amada. Puso todo su empeño por lograr no tocar ni una fruta, pero al tercer día el joven estaba tan sediento que sin poder soportar más la sed tomo uno de los melones y al momento de hacerlo una gran cantidad de agua comenzó a brotar de la fruta. Y fue tanta el agua que brotó, que se formó un río muy grande, tan grande que los esposos quedaron separados por el.

Los dos amantes, mirándose uno al otro a cada lado del río, se convirtieron en dos estrellas, Altair y Vega.

Y dicen que hasta el día de hoy se pude ver a la pareja en el cielo y que él padre de Tanabata sólo les permite encontrarse una vez al año en la noche del 7 de Julio.

Hasta el día de hoy, las dos estrellas brillantes se miran la una a la otra a través de la Vía Láctea.

martes, 6 de julio de 2010

LA NOCHE DEL TOTU

(Mito Aymara de la selva peruana)
(Adaptación del libro: Cuentos y leyendas americanas)
(Ilustración: Enrique Mena Andrade
Fuente: Internet)

El Padre Primero no había creado aún la noche. El sol alumbraba todo el tiempo. El brillo y el calor caían sobre las criaturas de la tierra sin descanso.

Dicen que los indios tejieron tupidos techos de paja y bajo ellos colgaron sus hamacas. Pero no pudieron dormir. Cazar y pescar era la ocupación de los hombres. Cocinar y cuidar los niños, el trabajo de las mujeres.

Los indios se quejaban:

-Nunca podemos sentarnos a fumar junto al fuego, antes de dormir.

-¿Para qué nos sirven las hamacas? Sólo podemos echar una pequeña siesta.

Las mujeres reclamaban:

-Tenemos que cocinar sin descanso. Como no hay noche, los hombres y los niños tienen hambre a cada rato.

Un día, Niva, la mamá de Cochipil, descubrió que el ratón tenía una pequeña noche en su cueva.

-El ratón tiene noche y nosotros no -contó al pequeño Cochipil.

El niño sintió curiosidad y se tendió en el suelo a mirar la noche del ratón.

El animalito robaba algún pedazo de carne o se comía unas cucarachas y corría a esconderse en su cueva. Se ponía a dormir envuelto en su larga cola.

-¡Qué buena es la noche del ratón! -dijo Cochipil a su padre, el jefe Nahua.

-¿La noche del ratón? ¿Dónde la viste? -preguntó Nahua, sobresaltado.

-Allá, cerca del fogón, donde cocina mamá -contestó el niño.

-¡El ratón tiene noche y nosotros no!

-Mi mamá dijo lo mismo -observó el chiquillo.

-Ya que tú conoces dónde guarda el ratón su noche, ¿por qué no se la pides prestada?

-Lo intentaré -contestó Cochipil entusiasmado.

Cuando su madre le dio una de las numerosas comidas del día, guardó los pedacitos de carne más sabrosos. Mientras sus padres dormían una corta siesta en las hamacas, Cochipil se acercó a la cueva del ratón. Con gran cuidado puso delante de la entrada los trozos de carne. Y apenas el ratón asomó su hocico puntiagudo, el niño le dijo con suave voz:

-Si me prestas tu noche, te traeré más carne.

Al ratón le brillaron los negros ojillos y aceptó.

Luego de roer los trozos de carne, salió de sus ojos y de sus orejas un aire negro; subió al cielo y empezó a cubrir rápidamente la luz del sol. Y el sol, huyendo de la noche del ratón, bajó por el cielo y se escondió en el horizonte.

Y fue la primera noche.

Los indios vieron caer la dulzura de la oscuridad y se alegraron. Corrieron a sus cabañas a encender una buena fogata para sentarse a fumar, conversar y contar historias a la luz del fuego y las estrellas. Luego se tendieron en las hamacas y sintieron que las sombras eran como otro párpado sobre sus ojos. Pero, ¡qué poco les duró el descanso! Casi de inmediato empezó a amanecer y el cielo no tardó en llenarse de una luz fuerte que les quitó las ganas de dormir.

-La noche del ratón es muy corta -exclamó Nahua.

-Hay que conseguir una noche que dure varias horas para dormir a gusto -contestó Ruma, uno de los cazadores.

En medio de la selva encontraron al tapir comiendo hojas tiernas.

-Te perdonamos la vida si nos prestas tu noche -dijeron los cazadores.

El tapir no quería morirse todavía y prestó a los indios su noche. De su cuerpo grande y gordo, de sus orejas y de su pequeña trompa, empezó a salir una noche espesa que cubrió rápidamente el cielo. El sol se puso casi de inmediato y fue la segunda noche.

Los indios corrieron felices a sus aldeas de paja. Por el camino, vieron las estrellas por primera vez y se llenaron de admiración.

-La noche es una gruta llena de ojos -dijo Ruma.

-Sí, de ojos de tigre -añadió Nahua.

Encendieron sus fogatas, fumaron, conversaron, contaron historias a la luz del fuego y las estrellas hasta que les dio sueño. Luego, todos, hombres, mujeres y niños se tendieron en las hamacas sintiendo la pesada noche del tapir sobre sus párpados.

Durmieron y durmieron durante horas y horas. Y soñaron mil sueños, desde el principio del mundo.

Después de mucho tiempo, amaneció lentamente. Cuando los indios despertaron, vieron que las malezas y matorrales del monte habían cubierto sus sembrados y destruido sus aldeas. Las enredaderas habían trepado hasta sus hamacas y techos.

-La noche del tapir es demasiado larga -dijo Nahua.

-Tendremos que hacer todo de nuevo, las siembras y las casas -se quejó Ruma.

Y Niva lloró:

-Mi cocina desapareció bajo la maleza; no encuentro mis vasijas de cuero y paja.

La noche del tapir fue un desastre. Sin embargo, los indios no perdían la esperanza de encontrar una noche convincente.

Después de limpiar su cocina y sus cacharros, Niva anunció:

-Cochipil, como niño, encontró una noche muy corta; los cazadores, como hombres, otra demasiado larga. Yo, mujer, buscaré la noche que conviene.

Y se fue por los montes hasta que encontró al Peludo (quirquincho) en su madriguera.

-Tatú, despierta -gritó Niva.

El Peludo, protegido por su armadura, por lo que también se le llama armadillo, ni se movió; Niva le hizo cosquillas entre los anillos de su coraza y Tatú asomó su afilada cabecita.

-¿Qué quieres mujer?

-Quiero que me prestes tu noche -rogó Niva.

El Tatú guardó silencio, pensando.

-Te daré las sobras de la comida -prometió la mujer.

Al oír lo de comida, el Tatú despertó por completo.

-Te presto una sola noche -ofreció.

La mujer aceptó feliz y regresó a su cabaña.

Del fondo de la madriguera del Peludo salió lentamente su noche.

El sol bajó por el cielo poco a poco. Los hombres tuvieron tiempo de terminar sus trabajos y las mujeres prepararon una buena comida antes de que oscureciera.

Y llegó la tercera noche.

En todas las aldeas encendieron fogatas y la gente conversó, fumó alegremente y contaron historias a la luz del fuego y las estrellas. Cuando brillaron todas las estrellas, y no quedó ni un solo espacio sin brillo en el cielo, se acostaron en sus hamacas. Y la dulzura de la noche les cerró sus ojos.

Amaneció a las pocas horas, luego de un buen sueño. Los indios estuvieron de acuerdo en que la noche del Tatú era la más conveniente.

Por eso, los hombres no quisieron devolvérsela nunca más.

Y dicen los antiguos que esta es la razón por la cual el Tatú duerme durante el día y corretea sin descanso en la oscuridad, porque no tiene noche".