viernes, 17 de octubre de 2014

EL LEON FIEL

(Cuento Congolés)

(Ilustraciones: Gabi Torres)

(Fuente: http://blogsdelagente.com/ilustraciones/2009/03/30/leo) 



Había una vez un jefe de una tribu que era muy cruel con sus súbditos, a los que exigía una obediencia ciega.
Por ello le hacían ofrendas de sus bienes más preciado y al llegar la noche, aunque están muy cansados, bailaban para él.
Un día, uno de sus súbditos se rebeló: ya no quería someterse a tantas órdenes y decidió irse a la sabana.

- Serás presa fácil de los animales salvajes – le dijeron sus amigos.

- Un hombre inteligente siempre consigue hallar una solución. Prefiero morir antes que continuar viviendo sin libertad.

Decidió no escuchar más los consejos de sus amigos, tomó la lanza y dejó la aldea. Enfadado como estaba, se marchó en el acto y vivió algunos días en la sabana, alimentándose de lo que cazaba y pagando su sed con el agua del río.

Un día, la hierba empezó a ondularse y de los arbustos salió un león enorme.
El hombre agarró su lanza y esperó a que el león se moviera.
Cuál no sería su sorpresa cuando la fiera no lo atacó, sino que se paró y, gimiendo, le tendió la pata. Entonces el hombre se percató de que el animal estaba herido y que se le había clavado una larga espina.

“El león es un poderoso enemigo –pensó el hombre-, pero ayudar a un enemigo caído es una prueba de nobleza. Debo superar mi miedo”

Dominó el terror que sentía y se aproximó lentamente, paso a paso.
Dejó la lanza sobre la hierba, se arrodilló delante del león y le sacó delicadamente la espina. A continuación, vendó la herida con un trozo de tela que arrancó de su propia camisa.

El león, que valoró que el hombre lo hubiera ayudado, rugió como muestra de agradecimiento y ya no lo abandonó.
Una vez que estuvo curado, cazó junto a su salvador y la amistad entre el hombre y el animal se fue haciendo cada día más y más grande.

Al cabo de algunos meses, el hombre y el león decidieron regresar a la aldea. Los habitantes, aterrorizados por la fiera, se escondieron en los alrededores, pero el hombre les dijo que no tenían nada que temer. El león no haría daño a la gente buena, solo estaba ahí para castigar al tirano.

El jefe de la tribu, al percibir que había llegado su hora, huyó a todo correr y no regresó nunca más a la aldea. 
Desde ese día, todos vivieron con honestidad y justicia. El león protegía la aldea de los invasores y cazaba en compañía de su amigo, los animales necesarios para alimentar a su gente.