lunes, 18 de marzo de 2019


EL GRANJERO Y EL TOKAEBI
(Cuento popular de Corea)

(Ilustración - fuente: Internet)




Cuentan que hace muchos años, en Corea vivía un granjero con su esposa en una  pequeña granja. 
Los dos se querían mucho y disfrutaban de una vida  tranquila del campo y de sus animales.Cada  día, tras acabar las faenas diarias, solían sentarse juntos a la mesa para cenar lo que con tanto cariño preparaba la granjera.
Pues bien,  una de esas noches, mientras disfrutaban de la cena escucharon unos gritos aterradores.
– ¡¿Pero qué es ese escándalo?! - dijo la granjera alarmada.
– ¡No lo sé, querida,  salgamos afuera a ver que ocurre!
Se levantaron de la mesa asustados y abrieron la puerta despacio y  vieron unos monstruos horribles  que estaban bailando, gritando y  peleándose frente a la casa de los granjeros.
El granjero, llenándose de valor gritó:
     - ¡Fuera de aquí! ¡Estas tierras son de nuestra propiedad, largo! 
Los tokaebi, lejos de acobardarse y poco dispuestos a obedecer, comenzaron a reírse a carcajadas. Uno de ellos, dijo: 
– ¡Ja, ja, ja! ¿Qué les parece, compañeros?… ¡Que nos larguemos, dice este! ¡Ja, ja, ja!
Al granjero le temblaban las piernas pero respiró profundo y dijo:
– ¿No me han oído? ¡Quiero que se vayan ahora mismo, queremos estar tranquilos!
Pero los tokaebi no les hacían caso. Se quedaron mirando al granjero con cara burlona y el jefe dijo:
– ¡Oye, tú, granjero!… ¡Dices que estos terrenos son tuyos pero yo digo que son míos! 
- ¿Estás loco? pero si ustedes acaban de llegar, yo llevo muchos años viviendo en esta propiedad.
- ¿Y, cómo lo demuestras?
Dijo el granjero indignado porque sabía que esas tierras le pertenecían. Además, no iban a dejar que un grupo de monstruos se apoderen de lo que, con tanto trabajo habían comprado. 
– ¡¿Pero qué dices?! ¡Esta casa y esta tierra son nuestras! ¡Mi esposa y yo somos los legítimos dueños!- gritó el granjero indignado.
– A ver,  me parece que tenemos un problema de difícil solución porque es tu palabra contra la mía, así que…  ¡te propongo un reto!
– ¡¿Qué reto?! - preguntó el granjero.
– ¡Uno muy fácil! Tú me harás una pregunta a mí y yo te haré una pregunta a ti. Quien la acierte será el dueño de todo esto ¿Te atreves a aceptar mi propuesta ?
Luego de pensarlo un momento el granjero respondió:
– Está bien, acepto.  Acabemos con esto de una vez por todas.
– Pues bien. Entonces comencemos- dijo el tokaebi.
– ¡Pregúntame lo que quieras, no te tengo miedo!
El tokaebi se quedó pensativo unos segundos.
– Está bien, vamos a ver… ¿Cuántos vasijas se necesitan para vaciar el mar?
El granjero se concentró bien para no fallar la respuesta.
– Depende del tamaño de la vasija: si es tan grande como el mar, una sola es suficiente para vaciarlo. Si el tamaño de la vasija es como la mitad del mar, se necesitan dos.
El tokaebi se sorprendió por tan buen razonamiento y muy a su pesar tuvo que dar la respuesta por válida.
– ¡Grrr! ¡Está bien, está bien, has acertado! Veo que eres más listo de lo que aparentas ¡Ahora pregúntame tú a mí!
El hombre se colocó de perfil en el umbral de la puerta, con un pie dentro de la casa y otro fuera. Mirando al tokaebi a los ojos, le preguntó:
– ¿Estoy entrando o saliendo de la casa?
La inteligente pregunta indignó al monstruo porque era imposible saberlo.
– ¡Grrr! ¡Menuda pregunta, granjero!  ¡No lo sé, no lo sé!
– ¡Ah!… ¡¿Qué no lo sabes?! ¡Pues he ganado el reto y ya te estás largando de mis tierras!
El jefe de los tokaebis echó chispas por la boca de la furia que le invadió, pero tuvo que cumplir su palabra porque muchos testigos habían presenciado su  derrota.
De muy mala gana dijo a sus colegas:
– ¡Vámonos, aquí ya no tenemos nada que hacer! ¡Hasta nunca, granjero sabiondo!
El granjero y su esposa contemplaron en silencio cómo los monstruos se adentraban en el bosque y desaparecían entre las sombras. Cuando los perdieron de vista se dieron la mano, entraron en la casa, y con una sonrisa inmensa se sentaron en la mesa a terminar el plato de comida que habían dejado a medias.
Fin.