POR QUE EL BUHO TIENE LOS OJOS GRANDES
(Una leyenda iroqués)
(Ilustración: Maja Lindberg)
(Fuente:http://majali-designillustration.blogspot.com/)
Raweno, el espíritu que lo
hace todo, estaba muy ocupado creando animales.
Esta tarde, estaba
trabajando en el conejo.
- “¿Puedo tener patas largas
y bonitas y orejas grandes como las del venado?” -preguntó el conejo. -“¿Y
afilados colmillos y garras como los de la pantera?”.
-
“Por supuesto,” -dijo
Raweno.
Pero no había hecho nada más que moldear las
patas traseras del conejo cuando fue interrumpido por el búho.
-“Whoo, whoo. Raweno quiero un cuello largo y bonito como el
del cisne” - exigió el búho -“Y unas hermosas plumas rojas como las del
cardenal, un pico largo como el de la garceta y una cresta real de plumas como
la de la garza. Quiero que me convierta en la más veloz y hermosa de todas las
aves.”
-“Cállate,” -dijo Raweno-
“Sabes que supuestamente nadie debe verme trabajando.
¡Date la vuelta y cierra
los ojos que ahora estoy ocupado con el conejo!”
Raweno siguió entonces modelando
las orejas del conejo. Las hizo largas y alertas, exactamente como las del
venado. De pronto el búho volvió a
interrumpir:
-“Whoo, whoo,” -dijo el búho-
“Nadie puede prohibirme mirar. No me daré vuelta ni cerraré los ojos. Me gusta
mirar y miraré.”
Entonces Raweno se enfadó.
Olvidándose de las patas delanteras del conejo, cogió al búho que estaba en su
rama, y lo sacudió con todas sus fuerzas.
Los ojos del búho se volvieron
grandes y redondos de miedo.
Raweno presionó hacia abajo
la cabeza del búho y jaló sus orejas hacia arriba hasta que quedaron paradas en
ambos lados de su cabeza.
-“¡Ya está!” -dijo Raweno-
“Ahora tienes unas orejas lo suficiente grandes para que escuches cuando
alguien te dice lo que tienes que hacer, y un cuello tan corto que no podrás
estirar la cabeza para ver lo que no deberías ver. Y tus ojos son grandes pero
sólo podrás utilizarlos de noche, no de día, cuando estoy trabajando. Y
finalmente, como castigo por tu desobediencia, tus plumas no serán rojas como
las del cardenal, sino grises, como las que tienes”.
Y frotó al búho por todo el cuerpo con lodo.
Después, regresó a terminar
el conejo. Pero, ¿a dónde se había ido? La ira de Raweno había asustado tanto
al pobre conejo que había huido, sin haber sido acabado. Hasta el día de hoy,
el conejo debe brincar con sus patas disparejas y se ha quedado asustado,
porque nunca recibió los colmillos y garras que había pedido. En cuanto al
búho, él se quedó como Raweno lo moldeó en un momento de ira—con los ojos
grandes, un cuello corto, orejas grandes y la capacidad para ver sólo de noche,
cuando Raweno no está trabajando.
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