(Ilustraciones: Alex Pelayo
Fuente:
http://www.cachumbambe.com)
Cuentan que hace mucho tiempo hubo una gran guerra
para la cual el Rey había reclutado muchas tropas. Pero les pagaba muy poco a
los soldados, y no podían vivir de ello, así que tres hombres decidieron
desertar.
El primer soldado dijo:
-Si nos atrapan, nos ahorcarán. ¿Cómo podremos
escapar?
El segundo respondió:
-¿Ven aquel gran campo de trigo? Si nos ocultamos
en él, nadie nos encontrará.
El ejército no puede entrar allí, y mañana temprano
se marchará.
Entonces con mucho cuidado y sin que nadie los vea,
se metieron en el trigal; pero la tropa no se marchó a la mañana siguiente,
contra lo previsto, continuó acampando por aquellos alrededores.
Los desertores permanecieron ocultos durante dos
días con sus noches, sintiendo que estaban a punto de morir de hambre. Y si
salían, su muerte era segura.
Entonces, dijo uno de los soldados:
-¡De qué nos ha servido desertar, nos vamos a morir
aquí miserablemente!
Inesperadamente llegó volando por los aires y
escupiendo fuego, un dragón que se posó junto a ellos y les preguntó por qué se
habían ocultado allí.
Los soldados asustados le respondieron:
-Somos soldados, y hemos desertado por lo escaso de
la paga. Pero si continuamos aquí, moriremos de hambre; y si salimos, nos
ahorcarán.
-Si están dispuestos a servirme por espacio de
siete años -dijo el dragón- los conduciré a través del ejército de manera que
no sean vistos por nadie.
-No tenemos otra alternativa. Aceptamos - respondieron
los soldados.
El dragón los cogió con sus garras y los elevó por
los aires, volando por encima del ejército, y cuando volaron una gran distancia el dragón
los bajó al suelo. Pero lo que los soldados no sabían era que aquel dragón era
el diablo disfrazado.
Entonces el dragón les dio un látigo y les dijo:
-Hagan restallar este látigo, y caerá tanto dinero
como pidan. Podrán vivir como grandes señores, tener caballos e ir en coche.
Pero cuando hayan pasado los siete años, serán míos.
Luego sacó un libro rojo muy grande, lo abrió y los
obligó a firmar en él.
-De todos modos -les dijo el dragón -, antes de
llevármelos les plantearé un acertijo, y si son capaces de descifrarlo,
quedarán libres, y ya ningún poder tendré sobre ustedes, pero si no lo
adivinan, me los llevaré para siempre.
El dragón se alejó volando, y ellos, haciendo
restallar el látigo, enseguida tuvieron dinero en abundancia.
Encargaron lujosos vestidos y se fueron a recorrer
mundo. En todas partes vivían muy bien, tenían caballos y coches, comían y
bebían, pero sin hacer nunca nada malo.
Pasó el tiempo rápidamente, y cuando ya los sietes
años llegaban a su fin, dos de ellos empezaron a sentirse angustiados y
temerosos. El tercero, en cambio, se lo tomaba a broma, diciendo:
-No teman, hermanos; yo no soy tonto y adivinaré el
acertijo.
Los dos soldados preocupados salieron al campo y se
sentaron sobre una roca al lado del camino, estaban muy tristes. El tercer
soldado, en cambio, se sentó también con ellos pero se veía optimista y alegre.
De pronto pasó por ahí una vieja y les preguntó el
motivo de su tristeza.
-¡Bah! ¿Para qué contárselo? Tampoco podrá arreglar
nada.
-¿Quién sabe? -respondió la vieja-. ¡Tal vez pueda
ayudar!
Los dos soldados le contaron todo a la vieja, que
habían sido criados del diablo por espacio de casi siete años, recibiendo de él
dinero a chorros; mas para ello habían debido firmar en un gran libro que le
pertenecían y se le entregarían si, transcurridos los siete años, no lograban
descifrar un enigma que él les propondría.
Dijo entonces la vieja:
-Si quieren que los ayude, uno de ustedes debe irse
al bosque. Llegará a un muro de rocas derruido, que tiene el aspecto de una
casita. Que entre allí y hallará el remedio.
Los dos pesimistas pensaron: «Esto no nos ha de
salvar», y siguieron sentados. Pero el tercero, siempre animoso, se puso en
camino, bosque adentro, hasta que llegó a la choza de piedras. En su interior
había una mujer más vieja que Matusalén, que era la abuela del diablo, y al ver
al hombre le preguntó de dónde venía y qué quería.
El joven le contó todo lo que le había ocurrido, y,
como le fue simpático a la vieja, ésta se compadeció de él y le dijo que estaba
dispuesta a ayudarlo. Apartando una gran piedra que cerraba la entrada de una
bodega le dijo:
-Escóndete aquí -le ordenó-; podrás oír todo lo que
hablemos mi nieto y yo; tú permaneces quieto, sin moverte ni chistar. Cuando
llegue el dragón, le preguntaré por el enigma y me lo dirá todo. Escucha bien
sus respuestas por que no las volverá a repetir.
A las doce de la noche llegó el dragón volando y
pidió la cena. La abuela puso la mesa y sirvió las viandas y bebidas,
procurando satisfacerlo.
Ella también, se sentó a comer con su nieto y comieron y bebieron juntos. Durante la
conversación, la abuela le preguntó cómo había pasado el día y cuántas almas
había conquistado.
-Hoy he tenido mala pata -respondió el diablo-;
pero hay tres soldados que no se me escaparán.
-¡Ah, tres soldados! -replicó la vieja-. Esos no
son tontos, aún se te pueden escapar.
Pero el diablo dijo, irónico:
-Son míos y no se escaparán porque les plantearé un
acertijo que jamás serán capaces de descifrar.
-¿Y qué acertijo es? -preguntó ella.
-Te lo diré: "En el Mar del Norte hay un caballo
marino muerto, que será su asado; y el costillaje de una ballena será su cuchara
de plata; y un viejo casco de caballo hueco será su copa de vino". – y al decir
esto, se rió con una risa macabra y espantosa.
Cuando el diablo se acostó, quitó la abuela la
piedra, dejando salir al soldado.
-¿Tomaste buena nota de todo? – le dijo en un susurro.
-Sí -respondió él-. Me acuerdo de cada palabra.
Luego de agradecerle se marchó por la ventana y fue
a reunirse con sus amigos por un camino distinto, a toda prisa. Cuando llegó
hasta ellos, les contó cómo el diablo había sido engañado por su abuela y cómo
había oído, de sus propios labios, la solución del acertijo.
Los tres soldados se pusieron muy contentos y,
haciendo restallar el látigo, acumularon tanto dinero que se les saltaba por el
suelo.
En el momento en que terminaban los siete años, se presentó
el diablo con su libro y, les mostró sus
firmas diciendo:
-Voy a llevarlos al infierno conmigo, donde se
celebrará un banquete. Si son capaces de adivinar el asado que se les servirá,
quedarán libres, y, además, podrán quedarse con el látigo.
Respondió el primer soldado:
-En el Mar del Norte
hay un caballo marino muerto. Éste será el asado.
El diablo se irritó y refunfuñando preguntó al segundo:
-¿Y cuál será vuestra cuchara?
-El costillaje de una ballena, ésa será nuestra cuchara
de plata.
Torció el diablo el gesto y, volviendo a refunfuñar se dirigió al tercero:
-¿Saben también cuál ha de ser vuestra copa de
vino?
-Un viejo casco de caballo, ésa será nuestra copa
de vino.
Al oír esto, el diablo soltó una palabrota
y desapareció , perdió todo poder sobre ellos.
Cuentan que los soldados se
quedaron con el látigo, con el cual tuvieron una vida cómoda y feliz por el resto de sus días.
Fin.
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