viernes, 7 de diciembre de 2012


EL CIEGO 
Y EL CAZADOR

(Cuento del África Occidental)
 (Del libro “La voz de los sueños y otros cuentos prodigiosos”)
(Ilustración: Adriana Karle - Fuente: Internet)

Había una vez un hombre ciego que vivía con su hermana en una cabaña junto al bosque.
El ciego era un hombre muy inteligente. Aunque no podía ver; parecía saber más sobre el mundo que quienes tienen una vista de lince. Todos los días se sentaba a la puerta de su cabaña y charlaba con la gente que pasaba.
Los que tenían problemas o querían saber algo acudían a consultarle, porque el ciego siempre daba buenos consejos y acertaba en todas sus respuestas.

- ¿Cómo puedes ser tan sabio? – le preguntaba la gente con asombro.

El ciego siempre contestaba con una sonrisa:

-Porque veo con las orejas – decía.

Un día, la hermana del ciego se enamoró de un cazador de otro poblado, y muy pronto decidieron celebrar la boda. La pareja se casó y, tras el banquete, el cazador fue a vivir a la cabaña de su esposa.
Pero el cazador nunca tenía tiempo para estar con el hermano de su mujer.

- ¿De qué sirve un hombre ciego? – solía decir.

Y su mujer le respondía:

-Esposo mío, mi hermano sabe más sobre el mundo que la gente que ve.

- ¡Ja, ja, ja! – reía el cazador-. ¿Qué puede saber del mundo un hombre que se ha pasado la vida en la oscuridad? ¡Ja, ja, ja, ja…!

Cada día, el cazador se adentraba en el bosque con una lanza, flechas y trampas, y, cuando regresaba al poblado al caer la tarde, el ciego siempre le decía:

-¿Por qué no me llevas mañana a cazar contigo?

Pero el cazador respondía que no con la cabeza.

-¿De qué sirve un hombre ciego?- repetía.

Así pasaron los días y las semanas y los meses, y cada tarde el ciego le decía al marido de su hermana:

-¿Por qué no me llevas mañana a cazar contigo?

Y cada tarde el cazador le decía que no.

Pero una tarde, el hombre ciego lo encontró de muy buen humor, porque el cazador había capturado una gacela enorme. Su mujer la asó al fuego y, cuando acabaron de cenar, el cazador se volvió hacia el ciego y le dijo:

- Está bien, mañana vendrás a cazar conmigo.

Así que a la mañana siguiente los dos hombres se fueron juntos al bosque. El Cazador cargaba con la lanza, las flechas y las trampas, y  llevaba de la mano al ciego para guiarlo por el sendero que serpenteaba entre los árboles.
Tras varias horas de camino, el ciego se detuvo de pronto y tiró de la mano  del cazador.

-¡Chsss!- dijo-. ¡Por aquí cerca hay un león!.

El cazador miró a su alrededor, pero no vio nada.

-Por aquí hay un león – insistió el ciego-, pero no te preocupes. Tiene la barriga llena y duerme con un cachorrito a la sombra de un árbol. No temas: no nos atacará.

Los dos hombres siguieron caminando, y poco después el cazador comprobó que el ciego tenía razón: al margen del camino había un gran león que dormía la siesta a la sombra de un árbol.
Cuando pasaron de largo, el cazador preguntó:

- ¿Cómo has sabido que por aquí había un león?

El hombre ciego respondió con una sonrisa:

- Porque veo con las orejas - dijo.

Al cabo de un rato, el ciego se detuvo otra vez y tiró de nuevo de la mano del cazador.

- ¡Chsss! – dijo -. ¡Por aquí hay un elefante!

El cazador miró a su alrededor, pero no vio nada.

- Por aquí hay un elefante – insistió el ciego -,pero no tenemos que preocuparnos…Se está bañando en una charca y no nos atacará.

Los dos hombres siguieron caminando por le sendero y poco después bordearon una charca donde se bañaba un elefante enorme. El agua le llegaba hasta las rodillas, y se echaba chorros de lodo en la espalda.
Cuando pasaron de largo, el cazador preguntó:

-¿Cómo has sabido que por aquí había un elefante?

Y el hombre ciego respondió con una sonrisa:

-Porque veo con las orejas- dijo.

Los dos hombres siguieron caminando hasta llegar a un claro del bosque. Entonces el cazador dijo:

-Tenderemos las trampas aquí.

El cazador tendió una de las trampas y le enseñó al ciego a preparar la otra. Cuando las dos trampas estuvieron montadas, el cazador dijo:

-Mañana volveremos para ver que hemos capturado.

Los dos hombres regresaron al poblado y, al día siguiente, se levantarnos temprano para adentrarse de nuevo en el bosque. El cazador le tendió la mano al ciego para guiarle, pero el hombre ciego dijo:

- No es necesario: ahora ya conozco el camino.

Y echaron a andar. El ciego iba delante, pero ni una sola vez tropezó con las raíces que sobresalían del suelo ni con las ramas ni con los árboles caídos sobre el sendero. El ciego recordaba a la perfección cómo era el camino: giraba cuando había que girar y esquivaba todos los baches del terreno.

Los dos hombres caminaron durante varias horas hasta llegar al claro del bosque donde el día anterior habían tendido las trampas. El cazador vio en seguida que habían un pájaro atrapado  en cada una de ellas. El pájaro de su trampa era pequeño y tenía un plumaje sucio y gris, mientras que el de la trampa del ciego era toda una belleza, con plumas de color carmesí, verde y dorado.

- Hemos atrapado un pájaro cada uno - le dijo el cazador al ciego - Siéntate aquí mientras voy a sacarlos de las trampas.

El ciego obedeció, y se esperó sentado mientras el cazador se dirigía a las trampas, diciéndose a sí mismo:

“Un hombre que no ve, no podrá distinguirlos”.

¿Y qué piensan que hizo? 
Pues le dio al ciego el pequeño pájaro gris y se quedó con el hermoso pájaro de plumas carmesíes, verdes y doradas.
El ciego tomó el pajarito gris y se levantó, y luego los dos hombres emprendieron el camino de vuelta al poblado.
Cuando llevaban un buen rato andando, el cazador dijo:

-Si eres tan inteligente y puedes ver con las orejas, respóndeme a una pregunta: ¿Por qué hay tanto odio y tanta ira y tantas guerras en este mundo?

Y el ciego contestó:

- Porque el mundo está lleno de gente como tú, que se queda con lo que no es suyo.

Al oír aquello, el cazador se sintió muy avergonzado.
Entonces cogió el pequeño pájaro gris de las manos del ciego y le entregó el hermoso pájaro de plumas carmesíes, verdes y doradas. Luego le rogó que lo disculpara:

- Perdóname- dijo.

Y siguieron caminando y caminando, y, al cabo de un rato, el cazador dijo:

-Si eres tan inteligente y puedes ver con las orejas, respóndeme a una pregunta:
¿Por qué hay tanto amor y tanta bondad y tanta ternura en el mundo.

Y el ciego contestó:

-Porque el mundo está lleno de gente como tú, que aprende de sus errores.

Siguieron caminando y caminando hasta que por fin llegaron a casa.
Y, desde aquel día, cada vez que el cazador oía que alguien le preguntaba al ciego: 

“¿Cómo puedes ser tan sabio?”, pasaba el brazo sobre el hombro del hermano de su esposa y respondía con una sonrisa:

- Porque ve con las orejas…y escucha con el corazón.


lunes, 12 de noviembre de 2012


El pollito que se hizo rey

(Cuento africano)
(Ilustración: Pablo Álvarez González - Fuente: Internet)

Érase un pollito muy chiquitito a quien no gustaba ni pizca la miel.
Vino al mundo siendo ya huérfano, y dijo:
-¡Mi padre ha muerto de hambre, y el rey le debía un grano de maíz!
Descolgó el zurrón de su difunto padre y, anda que te anda, partió a cobrar aquella deuda.
Apenas había andado media docena de pasos, cuando encontró en el camino un palo que le hizo tropezar y caer.
El Pollito se levantó y dijo:
-¡Ah! Palo, ¿aquí estás tú? No te había visto.
-¿Adónde vas? -le preguntó el Palo.
-Voy -contestó- a cobrar un crédito de mi difunto padre.
-Vamos juntos -dijo el Palo.
El Pollito cogió al Palo y se lo metió en el zurrón.
Anda que te anda, se encontró con un gato que, al verlo, exclamó:
-¡Ah, qué bocado más tierno!
-No -replicó el Pollito- yo no valgo la pena.
-¿Y adónde vas? -preguntó el Gato.
-Voy a cobrar un crédito de mi padre.
-Pues vamos allá juntos -dijo el Gato-, tal vez encuentre allí algo bueno que comer.
El Pollito cogió al Gato y lo metió en el zurrón.
Y encontró a una hiena que le preguntó:
-¿Adónde vas con el zurrón?
-Voy a cobrar un crédito de mi padre -explicó el Pollito.
-Vamos allá juntos -dijo la Hiena.
El Pollito cogió a la Hiena y la metió en el zurrón.
Anda que te anda encontró a un león.
-¿Adónde vas?
-A cobrar un crédito de mi difunto padre.
-Vamos allá juntos -dijo el León.
El pollito cogió al melenudo animal y lo metió en el zurrón.
Encontró a un Elefante que estaba hartándose de plátanos.
El Elefante le preguntó cordialmente:
-¿Adónde vas, Pollito?
-A cobrar un crédito de mi difunto padre.
-Pues, entonces, vamos juntos -dijo el paquidermo.
El Pollito cogió al elefante y lo metió en el zurrón.
Anda que te anda, encontró a un guerrero, que le preguntó:
-¿Adónde vas con ese zurrón tan repleto?
-Voy a cobrar una deuda.
-¿A casa de quién? -preguntó el Guerrero.
-Al palacio del rey -contestó el Pollito.
-Vamos juntos allá -dijo el Guerrero.
El Pollito lo cogió y lo metió en el zurrón.
Por fin llegó a la ciudad donde vivía el rey.
La gente corrió a anunciar al soberano que el Pollito había llegado y que pretendía cobrar el crédito de su difunto padre.
-Hagan hervir un caldero de agua y tírenselo hirviendo; así ese insolente polluelo morirá y no tendremos que pagar la deuda.
La hija del monarca se puso a gritar:
-Yo le tiraré el agua hirviendo.
Al verla venir, el Pollito le dijo al Palo:
-¡Palo, ahora es la tuya!
El Palo hizo tropezar y caer a la hija del rey. El agua hirviente se derramó y la hija del rey quedó escaldada.
La gente de la ciudad dijo entonces:
-Hay que encerrarlo en el gallinero con las gallinas, que lo matarán a picotazos.
Pero el Pollito sacó al Gato del zurrón y le dijo:
-¡Te devuelvo la libertad!
El Gato mató a todos las gallinas, cogió la más gorda y se escapó con su botín.
La gente dijo entonces:
-¡Que lo encierren en el corral con las cabras; allí lo pisotearán!
El Pollito dijo entonces:
-¡Hiena, ya eres libre!
La Hiena mató a todas las cabras, escogió la más gorda y se escapó.
La gente dijo entonces:
-¡Que lo encierren en el corral de los bueyes!
Y allí le metieron.
Pero el Pollito dijo:
-¡León, ahora es la tuya!
El León salió del zurrón, degolló a los bueyes, escogió el más gordo y lo devoró en un santiamén.
Todo el pueblo estaba furioso y decía:
-¡Este polluelo es un desvergonzado que no quiere morir! ¡Lo encerraremos con los camellos! Ellos lo pisotearán y matarán.
Lo encerraron. Pero el Pollito dijo:
-Buen amigo, compañero Elefante: sálvame la vida. Ahora es la tuya.
Y sacó al paquidermo del zurrón.
El Elefante miró a los camellos, los desafió y aplastó hasta el último.
La gente del pueblo fue a ver al rey y le dijo:
-Este insolente polluelo no morirá aquí; démosle lo que se debía a su padre y que se vaya. Lo atraparemos en el bosque, lo mataremos y recuperaremos su herencia.
El soberano ordenó abrir su real tesoro y se dio al Pollito el grano de maíz que se le debía.
Y el Pollito abandonó, con su tesoro, el pueblo.
Entonces, todo el mundo montó a caballo, hasta el mismo rey, y se lanzaron en pos del Pollito.
Pero el Pollito sacó al Guerrero del zurrón y le dijo:
-¡Guerrero, he aquí llegada tu hora! ¡Demuestra que eres hombre de armas tomar!
El Guerrero hizo trizas a todos.
Y el Pollito volvió entonces a la ciudad del rey; se hizo el amo y se proclamó el soberano de aquel pueblo al que, en buena lid, había vencido.
FIN

jueves, 11 de octubre de 2012


LOS TRES CONSEJOS
(Cuento Popular)
(Ilustración: Gustavo Aimar - Fuente: Internet)
Cuentan que hace mucho tiempo en un pueblecito del interior, vivía  una pareja de recién casados, eran muy pobres y no tenían como vivir. Un día el marido le hizo la siguiente propuesta a su esposa:

- “Querida,  voy a viajar muy lejos, buscaré un buen empleo y trabajaré hasta tener lo suficiente para poder mantenernos y darte una vida mas cómoda y digna. No sé cuanto tiempo me tomará, solo te pido una cosa: que me esperes y mientras yo este lejos, me seas fiel, pues yo te seré fiel a ti.”

Se despidió de su esposa y salio de su hogar. Caminó muchos días hasta encontrar una gran hacienda. Para su suerte  necesitaban un trabajador. El joven se ofreció  y fue aceptado.

Antes de comenzar a trabajar exigió hablar con el dueño de la hacienda y le pidió hacer un trato:

- “Déjeme trabajar por el tiempo que yo quiera y cuando encuentre que debo irme, el señor me liberará de mis obligaciones. Yo no deseo recibir mi salario. Le pido al señor que lo guarde hasta el día en que me vaya. El día que yo salga Ud. me dará el dinero que yo haya ganado."

Los dos estuvieron de acuerdo.
Aquel joven trabajo durante 20 años, sin vacaciones y sin descanso.

Después de veinte años se acerco a su patrón y le dijo:

- “Patrón, deseo  regresar a mi casa, por favor entrégueme mi dinero.”

El patrón que le había agarrado cariño le respondió:

- “Muy bien, hicimos un pacto y voy a cumplirlo, solo que antes quiero hacerte una propuesta. Yo te doy tu dinero y te vas o te doy tres consejos  y te vas.
Si te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Piénsalo y después me das la respuesta.”

El hombre pensó durante tres días, busco al patrón y le dijo: “QUIERO LOS TRES CONSEJOS”

El patrón le recordó: 

- “Si te doy los consejos, no te doy el dinero.”

Y el empleado respondió: 

- “Quiero los consejos.”

El patrón entonces le dijo:

- Estos son los concejos:
“NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA". Caminos mas cortos y desconocidos te pueden costar la vida.

"NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL". Pues la curiosidad por el mal puede ser fatal.

"NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR". Pues puedes arrepentirte demasiado tarde."

Después de darle los consejos, el patrón le dijo al joven, que ya no era tan joven, lo siguiente:

- “Aquí tienes tres panes, dos para comer durante el viaje y este  tercero es para comer con tu esposa cuando llegues a casa. guardalo con cuidado y recuerda compartirlo con ella.”

El hombre entonces, le agradeció y comenzó el camino de regreso a casa, tras  veinte años de ausencia  y lejos de su esposa, la que el tanto amaba. Después del primer día de viaje, encontró una persona que lo saludo y le pregunto:

- “Para donde vas?”

Él le respondió:

- “Voy para mi pueblo y queda a más de veinte días de caminata por esta carretera.”

La persona le dijo entonces:

- “Este camino es muy largo, yo conozco un atajo por el cual llegaras en pocos días”.
El joven contento, comenzó a caminar por el atajo, cuando se acordó del primer consejo, “NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA. CAMINOS MAS CORTOS Y DESCONOCIDOS TE PUEDEN COSTAR LA VIDA”. Entonces se alejó de aquel atajo y volvió  al camino normal. 
Dos días después se enteró que aquel atajo llevaba a una emboscada y que en aquel lugar a otro viajero lo asaltaron, lo golpearon, y le robaron toda su ropa.

Después de algunos días de viaje, y cansado al extremo, encontró una pensión junto al camino. Era muy tarde en la noche y parecía que todos dormían, pero igual toco la puerta. Una mujer con mala cara le abrió y lo atendió. Como estaba tan cansado, tan solo le pagó la tarifa del día sin preguntar nada, y después de tomar un baño se acostó a dormir.

De madrugada se levantó asustado al escuchar un grito aterrador. Se puso de pié de un salto y se dirigió hasta la puerta para ir hacia donde escuchó el grito. Cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo. “NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL PUES LA CURIOSIDAD POR EL MAL PUEDE SER FATAL” . Entonces el hombre regresó y se acostó a dormir. Al amanecer, después de tomar su café, el dueño de la posada le pregunto si no había escuchado un grito y el joven le contesto que si lo había escuchado.

El dueño de la posada de pregunto:

- "¿Y no sintió curiosidad?"

- Si, al comienzo pero luego preferí no salir.

- "Usted ha tenido suerte en no salir, pues en las noches nos acecha una mujer maleante con crisis de locura, que grita horriblemente y cuando el huésped sale lo mata, lo entierra en el quintal, y luego se esfuma."

El joven asustado siguió su largo camino de regreso, ansioso por llegar a casa. Después de muchos días y noches de caminata, ya al atardecer, vio entre los árboles humo saliendo de la chimenea de su pequeña casa, camino y vio entre los arbustos la silueta de su esposa. Estaba anocheciendo, pero alcanzo a ver que ella no estaba sola.

Se acercó un poco mas y vio que ella abrazaba a un hombre al que le hacía acaricias en los cabellos. Cuando vio aquella escena, su corazón se lleno de odio y amargura y decidió correr al encuentro de los dos y matarlos sin piedad. Respiró profundo, apresuro sus pasos, cuando recordó el tercer consejo: “NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR, PUES PUEDES ARREPENTIRTE DEMASIADO TARDE”
Entonces se paró y reflexionó, decidió dormir ahí mismo aquella noche y al día siguiente tomar una decisión.

Al amanecer ya con la cabeza fría se dijo:

- “No voy a matar a mi esposa. Voy a volver con mi patrón y a pedirle que me acepte de vuelta. Solo que antes, quiero decirle a mi esposa que siempre le fui fiel.”

Se dirigió a la puerta de la casa y tocó. Cuando la esposa le abre la puerta y lo reconoce, se cuelga de su cuello y lo abraza afectuosamente. El trata de quitársela, pero no lo consigue.

Entonces con lagrimas en los ojos le dice:

- “Yo te fui fiel y tú me traicionaste."

Ella espantada le responde:

- “¿Cómo?... Yo nunca te traicioné. Te esperé durante veinte años."

El entonces le preguntó:

- “¿Y quién era ese hombre que aabrazabas ayer por la tarde?"

Y ella le contestó:

- “Aquel hombre es nuestro hijo. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada. Hoy el tiene veinte años de edad."

Entonces el marido entró, conoció, abrazó a su hijo y les contó toda su historia, mientras su esposa preparaba la comida. Se sentaron a comer las delicias que ella preparó acompañadas de el ultimo pan, aquel que le dio su amo para comerlo junto con su esposa. Después, con lágrimas de emoción, partió el pan, y al abrirlo, se encontró todo el dinero que había ganado, era el pago de sus veinte años de dedicación...