(Leyenda peruana)
(Ilustración: Laura Michell - Fuente: Internet)
Cuentan los Cashinahuas que, antiguamente, hubo una mujer que, llegada la noche, apenas oía el canto del sapo de verano bajaba al río y capturaba al cantor; lo llevaba a su casa y ahí lo cocinaba para comerlo.
Un día, un enfriamiento repentino cayó sobre el bosque. Los sapos de verano casi no cantaban: un frío así desanimaba a cualquiera.
Sin embargo, la mujer decidió ir al río e intentar capturar a su presa acostumbrada. Tomó entonces una pequeña antorcha y descendió.
Primero escuchó un cantito río arriba; luego, otro río abajo. Apagó su antorcha para no asustar al animal. Se acercó al sitio del rió arriba donde primero había escuchado el canto del sapo. Esperaba oírlo de nuevo para poder localizar mejor al animal.
De pronto, su aceche fue interrumpido por un hombre que luz en mano descendía hacia ella por el lecho del río. Todavía no se había repuesto de su sorpresa cuando vio que otro hombre, también provisto de una antorcha, venía de la misma manera, desde río abajo. Los dos hombres se encontraron justo frente a ella.
-¿Has visto?-dijo uno de ellos. –Hay una mujer en la oscuridad.
Y el otro la interpeló:
-¿Qué haces aquí en lo oscuro?
-¡Shit! ¡No hagas tanta bulla! He venido a cazar un sapo; lo he oído contar por aquí, dijo ella.
-¿Ah!-dijeron los hombres-Justamente nosotros somos sapos.
-¿Qué tontería!, -exclamó la mujer. – Sin duda ustedes también están porque quieren cazar sapos.
-No- insistieron ellos.-Somos realmente sapos y tú eres la que viene a cazarnos. Comprendemos que sufres escasez. ¿No tienes ningún hombre que vele por ti?
La mujer se quedó muda, sin responder.
-Bueno, poco importa, después de todo. Lo que nos interesa es no verte ya privada de alimentos para que termines de cazarnos sin piedad. Te vamos a hacer un regalo.
En ese momento, uno de ellos le tendió una de esas grandes cucharas en forma de remo que nuestras mujeres emplean para remover el contenido de sus ollas.
-Cuida bien este regalo y no digas una palabra a nadie. Si nuestro secreto fuese revelado un día, perdería inmediatamente su poder mágico.
En efecto, bastaba sumergir la gran cuchara en el agua hirviente, pensando en un animal de la selva o en un pescado y, enseguida, jugosos trozos de la bestia imaginada aparecía en el agua. Ésta se transformaba así en el más apetitoso de los potajes. Hicieron una demostración allí mismo en la playa. Luego, tras recomendarle absoluta discreción, le entregaron la cuchara y la enviaron a su casa.
Al comienzo , la mujer usaba la cuchara mágica con discreción.
Daba de comer solamente a su esposo e hijos. Pero un día fue atacada por una ambición desmedida.
-¡Voy a dar de comer a todo este pueblo!,- se retó.
Entonces tomó un ollón enorme, Lo llenó de agua hasta el tope y trabajó todo el día ayudada por su cuchara mágica, hasta acumular una cantidad impresionante de manjares.
Es anoche fue una verdadera fiesta. Todos sus paisanos se repletaron a reventar con todo lo que jamás imaginaron comer.
Aunque ya no les cabía ni un bocado, los mates que tenían en la mano aún estaban semilleros. Entonces, asqueado por tanta comida, empezaron a tirarla al suelo.
La mujer, ante tanto espectáculo, dijo:¡Ah! ¿Ven cómo he logrado hacerles botar la comida? Y todo gracias a mi cuchara de sapo.
¡Soy la única en poder realizar este prodigio!
-¿De qué está hablando esta?.- Se preguntaron todos. – No comprendemos nada. ¡Explícanos!.
Entonces ella les contó la historia de su encuentro con los sapos en el río y del regalo mágico que le habían hecho.
-¡Increíble!¡fantástico! Queremos ver. Usa Valente de nosotros esa famosa cuchara mágica.
Así, la mujer puso a hervir un poco de agua en una ollita. Exhibió su cuchara y la zambulló. Y bien hubiese podido seguir removiendo hasta el día de hoy. Los sapos habían retomado su poder mágico y, naturalmente, nunca lo devolvieron.
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