EL INDIO QUE NO CUMPLÍA SU
PALABRA
(Cuento tradicional de los Indios
Sioux Oglala de Estados Unidos de Norteamérica)
(Ilustración:
Alfred Jacob Miller – Fuente: Internet http://www.odisea2008.com/)
En el comienzo del mundo, cuando todavía no
había demasiada gente, el Gran Espíritu podía acercarse a cada indio y darle
aquello que necesitaba. Pero cuando sobre la tierra ya había mucha gente no
podía escucharlos a todos y decidió colocar en la tierra de los indios sioux
oglala, una roca en forma de hombre y les dijo:
- Hay hombres por toda la tierra, así es que
yo he de viajar por todo el mundo. Si alguno de ustedes necesita ayuda que
venga aquí y pídaselo a la roca. Esta roca tiene el poder de comunicarse
conmigo.
Entonces, los indios sioux oglala se
acostumbraron a hablar con aquella roca y cuando escaseaban los bisontes o
había mucha sequía, le pedían ayuda a la roca quién resolvía sus problemas.
Había un indio llamado Raya Rota a quien no le
gustaba cazar y vivía muy pobremente. Un día que no tenía nada para comer se
acercó a la roca y le pidió:
- Sé que eres tan poderosa como el Gran
Espíritu, ya ves que soy pobre y desgraciado. ¿Podrías ayudarme?.
La roca le contestó:
- Desde que te conozco no te he visto cazar
nunca.
- Es que tengo un arco muy malo, mi lanza no
tiene punta y he perdido mi hacha –le contestó Raya Rota- y además mis piernas
son débiles y no puedo correr detrás de los ciervos.
- ¿Y por qué no vas a pescar? – le preguntó la
roca.
- La última vez que atrapé un pez se me escapó
y se llevó el arpón.
- ¿Qué quieres entonces?- dijo la roca.
- Querría un ciervo pequeñito. A cambio yo te
taparía con mi manta de piel de bisonte. En invierno las noches refrescan y
tendrás frío.
La roca le dijo que se guardase la manta, y
que le concedería el deseo.
- No, no yo quiero regalártela – dijo Raya
Rota- seguro que tú la necesitas más que yo.
El indio tapó la roca con su manta llena de
agujeros y se marchó.
Cuando volvía hacia su tienda encontró un
pequeño ciervo muerto. Lo cogió, le arrancó la piel y lo puso en el fuego a
asar.
Mientras el ciervo se tostaba en el fuego
comenzó a hacer mucho frío y Raya Rota pensó: “¿Por qué habré dado mi manta a
una roca?. Me parece una estupidez, una roca tapada y yo pasando frío”.
Dejó el ciervo tostándose al fuego y el indio
volvió a la roca para coger su manta y se la puso en sus espaldas. Después de
comerse al ciervo se fue a dormir.
Al cabo de unos cuantos días volvió a tener
hambre y pensó: “Volveré a la roca y le pediré que me dé comida”.
- Tengo hambre, mucha hambre. ¿Podrías darme
un poco de carne? –le dijo el indio.
- ¿Qué has hecho con el ciervo que te di?
- Era un animal muy pequeño y me ha durado
poco tiempo.
- ¿Aún no has arreglado tus armas para cazar?
–dijo la roca.
- La cuerda de mi arco se ha roto. Necesito
piel de bisonte para hacerme una. Si me proporcionas un bisonte tendrás mi
agradecimiento.
La roca parecía dudar y entonces el indio le
dijo:
- Te daré mi manta. Pronto lloverá y con ella
estarás cubierta.
El indio volvió a su casa y al llegar se
encontró con un gran bisonte. Raya Rota le arrancó la piel, la puso a secar y a
continuación puso la carne a asar. Pero el indio había cogido poca leña y el
fuego no era suficiente para un animal tan grande.
Al poco rato comenzó a llover y a hacer mucho
frío. Calado hasta los huesos el indio dijo: “¡qué estúpido he sido al darle mi
manta a la roca. La roca puede aguantar el mal tiempo sin peligro, mientras yo
me puedo morir por la humedad y frío!”.
Con este pensamiento, el indio volvió a la
roca y le cogió la manta. Después emprendió el camino de vuelta con la manta a
sus espaldas. Al llegar observó que el bisonte había desaparecido y al fuego le
quedaba muy poca leña.
Raya Rota comprendió que la roca le había
castigado por no cumplir con su palabra.
El indio volvió delante de la roca y pidió y
pidió que le ayudase.
La roca no le hizo caso y Raya Rota se
entristeció mucho por su comportamiento.
Desde aquel día Raya Rota y los indios sioux
oglala han aprendido que para merecer los favores del Gran Espíritu es
necesario el esfuerzo personal y que cuando los espíritus regalan alguna cosa
hay que agradecérselo. En caso contrario es mejor no pedir nada.