LA
FABRICA DE ORO
(Leyenda vietnamita)
(Ilustración: Angie Vanessa Cárdenas Roa - Fuente: Internet)
Érase una vez, una hombre llamado Nai Ha
vivía en una pequeña aldea cerca del rió Mekong y amaba el oro mas que
cualquier otra cosa en el mundo.
Tanto le gustaba el oro que consumía todo su
tiempo en descubrir cómo convertir las cosas en oro. Poco a poco, se fue
haciendo más pobre porque todo su dinero lo utilizaba para experimentar, y así
llegó un día en que Nai Ha no pudo mantener a su familia.
Su esposa, agobiada por el problema de Nai
Ha, pidió ayuda a su padre, a ver si éste le podía quitar los pájaros de la
cabeza a Nai Ha.
Así, al cabo de unos días Nai Ha fue
invitado por su suegro a comer. Mientras comían el suegro de Nai Ha le dijo:
- ¡Ja, ja, ja! Ya me ha dicho mi hija que tu
también te dedicas al arte mágico de la obtención de oro. Como eres el marido
de mi querida hija te dire un secreto
- el suegro miró a los lados, bajo mucho
la voz y continuó- tengo la fórmula para obtener oro.
Nai Ha, muy contento y nervioso, le
preguntó al suegro cuál era el secreto.
- ¡Sólo necesito una cosa para poner en
marcha la fórmula pero necesito tu ayuda!
-¡Claro que te ayudaré! Sólo dime que
quieres que haga.
- Lo que necesitamos son tres kilos de
aquella pelusa que crece bajo las hojas de banano o cambures. Atención: aquellas pelusas que tomes deben ser de los árboles de bananos que tu
mismo has plantado y cultivado en tus campos. Cuando hayas recogido bastante
pelusa, tráemela, juntos haremos el oro.
Nada más llegar a casa, Nai Ha le contó el
pacto que había hecho con su suegro y al día siguiente la familia ya estaba
plantando árboles de bananos.
Con el tiempo las plantas crecieron, y con
mucho cuidado Nai Ha sacaba de cada hoja la ligera pelusa. Estaba tan
concentrado en el proyecto que ni se daba cuenta que la esposa y los hijos
recogían los bananos que crecían y cada día los llevaban a vender al mercado de la aldea.
Después de 3 años de intenso trabajo, Nai
Ha había recogido poco más de medio kilo de pelusa.
Era un trabajo fatigoso, pero
Nai Ha sólo pensaba en el pacto con su suegro y los 3 kilos de pelusa de
banano.
Al cabo de muchos años, Nai Ha logró
recoger los 3 kilos de la blanca pelusa que le había pedido el suegro. La puso en
un cesto y se la llevo al anciano.
- ¡Qué bien! Seguiste mis indicaciones y has
trabajado mucho- dijo el suegro.- Sólo queda convertirlos en oro. Abre la
puerta del fondo.
Nai Ha se precipitó hacia la puerta y al abrirla quedo
como paralizado al ver tantos pedacitos de oro que había sobre la mesa y que destellaban al sol. Alrededor de la mesa, sonrientes sentados la esposa y los
hijos de Nai Ha.
- Este es el que hemos ganado vendiendo
nuestros buenos bananos en estos 10 años dijo amablemente la esposa de Nai Ha.
- Nai Ha, eres un hombre rico de verdad -
dijo su suegro - Así es cómo se convierten las cosas en oro y durante todos
estos años lo has hecho casi sin darte cuenta. Ahora tienes que seguir
haciéndolo.
Y así fue, Nai Ha siguió
el consejo de su suegro y trabajo junto con su familia para conseguir vivir
desahogadamente.