(Cuento
de la India)
(Ilustraciones - Fuente: Internet)
Raj vivía en una casita blanca cerca del río Ganges con
su esposa, Akba. Eran muy podres, pero felices.
Raj se ganaba la vida ejerciendo uno de los oficios más
peligrosos que pueden existir. Era un encantador de serpientes.
Todas las mañanas caminaba a la plaza del pueblo con su
flauta, su esterilla y la serpiente venenosa en una vasija. Al llegar,
desenrollaba la esterilla, se sentaba, destapaba la vasija y empezaba a tocar
la flauta.
Las personas se acercaban a mirar.
Cuando Raj comenzaba a tocar su flauta, la dulce melodía
hacía que la serpiente lentamente salga de la vasija, contoneándose al ritmo de
la música.
Como sabían que era una serpiente muy venenosa, siempre
echaban monedas sin acercarse demasiado.
Al caer la tarde Raj dejaba de tocar. La serpiente
desaparecía dentro de la vasija; Raj ponía la tapa, enrollaba la esterilla y,
con la flauta bajo el brazo, regresaba a su casa.
Una noche, después de cenar, Raj le dijo a su esposa:
- Akba, mañana voy a ir a la ciudad; allí podré tener más
público y ganar más dinero.
Al amanecer Raj partió. Cuando llegó a la ciudad, se
dirigió al mercado, una vez allí, desenrollo su esterilla, se sentó, destapó la
vasija y empezó a tocar la flauta: al escuchar el sonido de la flauta la
serpiente salió bailando al compás de la música y un gran gentío se congregó a
su alrededor. Entre risas y aplausos, le arrojaron montones de monedas de oro.
Raj nunca había visto tanto dinero en su vida.
Al anochecer, Raj reunió todo el oro, recogió la vasija,
la esterilla y la flauta, y corrió a casa.
No se dio cuenta que, durante el tiempo que estuvo en el
mercado, habían tres ladrones observándolo. “
- Ese encantador de serpientes tiene un montón de oro.
Vamos a robárselo. -masculló uno de ellos. Y siguieron a Raj hasta su casa.
Cuando Raj llegó a su cabaña le mostró a Akba el oro que
le habían dado en el mercado. Ella se puso contentísima:
- ¡Somos Ricos! Comeremos en abundancia y podremos
comprarnos ropas nuevas. -dijo abrazando a Raj.
Después metió el oro en una gran vasija:
-Mañana buscaremos un sitio seguro para esconder el
dinero, dijo, sin darse cuenta de que los tres ladrones la espiaban desde la
ventana.
Aquella noche, cuando ya se habían acostado, Akba oyó un
ruido fuera de casa.
-¿Qué ha sido eso Raj? -preguntó alarmada.
-Será un perro callejero, duérmete. -contestó Raj entre
bostezos.
-Estoy preocupada por el oro. -dijo Akba.
Entonces se levantó de la cama y recogió la vasija de
oro. Pero al ver la vasija de la serpiente, pensó: “Esta es igual de valiosa,
gracias a la serpiente hemos ganado todo ese oro”, y subió ambas al desván,
pensando que allí estarían más seguras. Luego regresó a la cama y se quedó
dormida.
Afuera, los ladrones cuchicheaban entre ellos:
- Esa tonta ha puesto el oro en el desván. -dijo uno de
ellos.
-Tendremos que subirnos unos a los hombros de los otros
para llegar a la ventana. -dijo otro.
-Yo soy el más pequeño. Me subiré encima de ustedes dos,
me colaré por la ventana y les pasaré la vasija.
Intentando hacer el menor ruido posible, los ladrones
llevaron a cabo su plan. El ladrón más pequeño se apoderó de la vasija, y todos
se apresuraron a regresar a su guarida.
-¡Somos ricos, somos ricos! -Celebraban dando brincos.
Uno de ellos levantó la tapa de la vasija para mirar el dinero, pero en lugar
de oro se encontró una serpiente venenosa.
-¡Sálvese quien pueda! -gritó. Los tres ladrones se
asustaron tanto que salieron disparados, hacia el bosque, y nunca más se los
volvió a ver.
A la mañana siguiente, Raj sacó la vasija del desván para
llevar de nuevo la serpiente a la ciudad. Pero al abrir la vasija se
sorprendió:
- ¡Aquí sólo hay una vasija! -dijo llamando a Akba.
- ¡Alguien ha debido robar la otra! -Akba levantó la tapa
de la vasija y miró dentro. Estaba lleno de oro.
-¡Han robado la vasija equivocada, vaya sorpresa se van a
llevar! -rió Akba.
Raj desenrolló la esterilla fuera de la casa, se sentó en
la puerta y empezó a tocar la flauta. Al poco rato, la serpiente se acercó
zigzagueando. Luego la recogió con cuidado, la metió en la vasija y dejó así
todo listo para comenzar una nueva jornada.
Fin