LA POBREZA
(Cuento de Polonia)
(Del libro “Cuentos ocultos de Europa del Este”- Editorial Blume)
(Ilustración: Ignacio Segesso - Fuente: Internet)
En un país muy lejano, había una vez un hombre rico que vivía en una elegante mansión, y un hombre pobre que se cobijaba en una cabaña cercana.
El hombre rico vivía muy bien, pero, en cambio, la vida de su vecino era muy dura e infeliz, ya que la Pobreza vivía con él en su cabaña.
La Pobreza solía sentarse en el borde de la chimenea, donde hacía que el fuego ardiera tan bajo y con tanto humo que la cabaña siempre estaba fría.
La Pobreza se sentaba también a la mesa con el hombre pobre y respiraba sobre su comida, y lo poco que tenía para comer se ponía duro y no tenía sabor alguno.
Pero lo peor de todo era la costumbre de la Pobreza de dormir en la misma cama que el hombre pobre y su mujer, y es por ello que apenas podían cubrirse con una delgada manta y pasaban mucho frío durante la noche.
Hasta que una mañana al despertar, ya en primavera, la mujer vio que la tierra estaba cubierta de flores recién abiertas.
“Nuestra vida”, pensó, “¡No sería tan miserable si la Pobreza no viviera con nosotros!.”
Acto seguido, le preguntó a su marido si habría alguna posibilidad de deshacerse de la Pobreza.
El hombre, preocupado ante la sugerencia de su mujer, se sentó y se puso a pensar. Entonces, se dirigió a la leñera y se llevó consigo una plancha grande de madera. A continuación, llamó a su mujer y juntos se adentraron en el bosque.
Después de caminar un buen trecho, el hombre miró atrás y vio que la Pobreza les seguía. Continuaron caminando hasta llegar a un torrente de aguas profundas. Entonces, colocó la plancha de madera para que pudiera pasar su mujer. Inmediatamente después, pasó él y retiró la plancha antes de que la Pobreza pudiera alcanzarla. Pero cuando volvió a mirar atrás, vio cómo la Pobreza había colocado un enorme tronco a modo de puente para cruzar el río y seguir así persiguiéndolos.
El hombre sabía de la existencia de un viejo tronco de árbol hueco en medio del bosque. Cuando llegaron hasta él, dejó la plancha, cortó una rama y empezó a darle la forma de unas cuñas de madera. La Pobreza se acercó aún más para ver qué estaba haciendo.
-¡No puedo seguir viviendo más con la Pobreza! – Dijo el hombre a su mujer en voz alta-. Me voy a encerrar en este tronco hueco para que no pueda alcanzarme nunca más. Tú, esposa mía, tendrás que clavar rápidamente las cuñas para sujetar la plancha y dejar a la Pobreza fuera.
-Así lo haré, esposo mío – respondió la mujer, que enseguida se dio cuenta de que su marido estaba tendiendo una trampa.
La Pobreza no podía tolerar que el hombre se le escapara, así que en el último momento logró colarse en el interior del tronco hueco, justo en el instante en que el hombre trepaba hacia arriba. Tan pronto como hubo saltado afuera, la mujer colocó la plancha en su sitio y ajustó las cuñas. Entonces, el hombre y su mujer se miraron y, por primera vez en muchos años, rieron felices.
Después de haberse deshecho de la Pobreza, la pareja regresó a casa cogida de la mano. Parecían que la suerte les empezaba a sonreír, pues por el camino se encontraron un saquito con unas monedas de oro.
La casa del matrimonio no tardó en convertirse en un lugar bien distinto. El fuego de la chimenea ardía con fuerza y la comida estaba mucho más sabrosa. Y al no estar la Pobreza en la cama, podían calentarse el uno al otro y dormir plácidamente durante toda la noche. Las plantas del huerto florecieron y la cosecha fue suficiente como para poder venderla en el mercado. Las gallinas empezaron a dar más huevos y pronto reunieron el dinero para poderse comprar un cerdo.
La mujer cantaba mientras barría la casa. Al haberse librado de la Pobreza, nada les impedía ya disfrutar de la vida.
Pero el hombre estaba todavía temeroso de que la Pobreza pudiese escaparse del tronco hueco y viniese a atormentarles de nuevo. Por ello, todas las semanas iba al lugar donde se encontraba el árbol para asegurarse de que las cuñas seguían en su sitio. Y si por casualidad las veía un poco flojas, las ajustaba de nuevo.
El hombre rico no tardó en darse cuenta de cómo había prosperado su vecino más pobre.
“Habrá encontrado un tesoro”, pensó, “y por eso vuelve todas las semanas al bosque, para recoger un poco más de oro del lugar donde lo tiene guardado.”
Convencido de sus sospechas, decidió seguirlo la siguiente ocasión en que se adentraran en el bosque.
Espiándolo por entre los arbustos, el hombre rico vio cómo su vecino afianzaba con un martillo las cuñas.
‘¡Ajá!”, exclamó para sus adentros. “¡Así que es ahí donde guardas tu tesoro!” Y es que, aunque era ya muy rico, siempre quería acumular más y más riquezas. Así que, tan pronto como se fue su vecino, soltó rápidamente las cuñas para ver qué había escondido en el hueco del árbol…¡y justamente en ese momento salió la Pobreza!
Estaba tan contenta de haber quedado en libertad, que decidió seguir al hombre rico hasta su casa, y desde ese día se quedó a vivir en ella. Y es que hay personas que no están preparados para luchar contra la Pobreza. Para mantenerla alejada, hace falta cariño y delicadeza, y a veces un poco de astucia.
Y tu, ¿estás preparado?…