El Castigo del Jefe
(Cuento popular africano
Del libro: “El círculo de la choza” – Ediciones Gaviota)
(Ilustración - Fuente: Internet)
Había una vez un joven que decidió ir a recorrer el mundo. Entró al servicio de un comerciante de tejidos, y al cabo de un año había ganado tanto dinero, que era un hombre rico.
El comerciante tenía una hija muy bella y el joven decidió tomarla por esposa.
- Puedes casarte con ella – dijo el comerciante – Sé que eres rico y que tienes dinero suficiente para pagármela.
El joven se puso contentísimo, aunque el comerciante exigía mucho dinero, en realidad todo el dinero que poseía. Pero la muchacha era tan hermosa, que pagó la suma pedida y se fue con ella a su aldea natal.
Al jefe de la aldea le gustó mucho aquella joven y decidió apropiársela.
Entonces llamó al joven y le dijo:
- Mientras te fuiste a ganar dinero, los demás tuvieron que hacer tu trabajo, y ahora debes recuperar el tiempo perdido. Antes de que acabe el día, tienes que talar los árboles de este bosque, quemarlos y hacer el suelo fértil con las cenizas. Si no lo haces, ¡La muerte te espera!
El joven volvió triste y abatido y contó a su mujer la dura tarea que el jefe le había encargado.
- ¡No podría hacerlo ni en una semana! - exclamó el joven.
Pero su esposa que era tan inteligente como bella le dijo:
- Es fácil, coge una gran cantidad de terminas, pon unas cuantas al pie de cada árbol y ya verás.
El joven siguió el consejo de su esposa y, antes de que el día hubiera terminado, las termitas se habían comido el bosque entero. Entonces el joven hizo una gran fuego, y el jefe no pudo sino preguntarse cómo había podido terminar en tan poco tiempo. Así que no le quedó mas remedio que aceptar el trabajo.
Unos días más tarde, el jefe convocó de nuevo al joven y le dijo:
- He escrito una carta a nuestros antepasados que están en el infierno la cual dice: “¡Mis saludos, venerables antepasados que estáis en el infierno”! ¿Cómo se encuentran? Nosotros, muy bien. Saldos a todos”. - y luego agregó - Tú se las llevarás.
- ¡Pero no conozco el camino! – contestó el joven angustiado.
- Vamos a cavar un gran agujero y a meterte dentro. Luego lo llenaremos nuevamente de tierra y encontrarás el camino, de un modo u otro.
El joven volvió a su casa todavía más triste que antes y dijo a su mujer la difícil misión que el jefe le había encomendado.
- ¡Me ahogaré bajo tierra! – grito desesperado.
- Es fácil de remediar – dijo su esposa con calma -. Lleva un topo contigo. Excavará un camino hacia el exterior y sólo tendrás que seguirlo.
Entonces el joven cogió un topo en el campo y se lo metió en el bolsillo y cuando lo echaron al agujero, el joven sacó al topo y éste excavó rápidamente un camino hacia el exterior. El hombre le siguió y pronto estuvo al aire libre.
Se escondió entre la melaza hasta que todos hubieron vuelto a la aldea y regresó a su casa.
- ¿Has visto qué consejo tan bueno te di? – dijo su esposa.
- Estupendo – respondió el joven – Pero ahora, ¿qué voy a hacer?, el jefe me matará si no le llevo nada.
- Vamos a escribir una carta con la firma de los antepasados que están en el infierno y se la llevarás al jefe.
Y la joven esposa se sentó y escribió en un trozo de papel: “¡Saludos, Oh, jefe! Nosotros, que estamos en el infierno, te enviamos millones de saludos. Nos encontramos muy bien y seríamos dichosos si vinieras a visitarnos”.
Al día siguiente el hombre llevó la carta al jefe:
- Ya estoy de vuelta – dijo -, y te traigo esta carta de parte de nuestros antepasados.
El jefe le escuchó sorprendido y, al leer el mensaje, frunció el ceño. No tenía ninguna gana de ir al infierno, pero lo le quedaba más remedio que obedecer.
Los habitantes de la aldea le hicieron bajar al agujero, lo cubrieron con tierra y esperaros para ver lo que iba a pasar. Esperaron un día, esperaron una semana, esperaron un mes, esperaron medio año, pero no volvió a haber noticia alguna del jefe.
- Probablemente ha debido de quedarse allí – decidieron al fin, y convirtieron al hombre que tenía una esposa inteligente y bella en su nuevo jefe.