miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA VERDADERA JUSTICIA

(Adaptación del libro: Cuento de otras tierras)

(Ilustración: Ester García Cortés)

(Fuente: Internet)

Hubo una vez un califa en Bagdad que deseaba sobre todas las cosas ser un soberano justo.

Indagó entre los cortesanos y sus súbditos y todos aseguraron que no existía califa más justo que él.

-¿Se expresarán así por temor? – se preguntó el califa.

Entonces se dedicó a recorrer las ciudades disfrazado de pastor y jamás escuchó la menor murmuración contra él.

Y sucedió que al mismo tiempo, el califa de Ranchipur sentía los mismos temores y realizó las mismas averiguaciones, sin encontrar a nadie que criticase su justicia.

-Puede que me alaben por temor – Se dijo – Tendré que indagar lejos de mi reino.

Un día quiso el destino que los lujosos carruajes de ambos califas fueran a encontrarse en un estrecho camino.

-¡Paso al Califa de Bagdad! – Pidió el Visir de éste.

-¡Paso al Califa de Ranchipur! – exigió el del segundo.

Como ninguno quería ceder, los Visires de los dos soberanos trataron de encontrar una fórmula para salir del paso.

-Demos preferencia al de más edad- acordaron.

Pero los Califas tenían los mismos años.

-Demos entonces preferencia al que tenga mayor número de posesiones.

Pero igual los dos Califas tenían igual amplitud de posesiones

-Ya sé – dijo uno de los Visires,- Demos preferencia al que tenga mayor cantidad e soldados y mayor número de ejércitos.

Pero los dos Califas tenían idénticos ejércitos.

Para zanjar la cuestión, el Visir del Califa de Bagada preguntó al otro:

-¿Cómo es de justo tu amo?

- Con los buenos es bondadoso – replicó el Visir de Ranchipur,- justo con los que aman la justicia e inflexible con los duros de corazón.

-Pues mi amo es suave con los inflexibles, bondadoso con los malos, con los injustos es justo, y con los buenos aún más bondadoso – replicó el otra Visir.

Oyendo esto el Califa de Ranchipur, ordenó a su cochero aparatarse humildemente, porque el de Bagdad era más digno de cruzar él primero, especialmente por la lección que le había dado de lo que era la verdadera justicia.