LA LEYENDA DE TANABATA
(Leyenda Japonesa)
(Ilustración - Fuente: Internet)
Dicen que hace muchísimos años en una pequeña aldea vivía un joven llamado Hijoboshi, que quiere decir pastor de estrellas.
Todos los días salía a trabajar con su gran canasta.
Un atardecer, mientras el joven volvía a su casa, aun lado del camino encontró una bellísima tela blanca y resplandeciente que le llamó mucho al atención.
Al acercarse, vio que era un vestido, lo recogió y quedó maravillado con él, era el traje más hermoso que había visto en su vida, así que decidió quedárselo y lo guardarlo en su canasta.
El muchacho se dispuso a seguir con su camino cuando oyó una voz:
-Disculpa.- dijo la voz.
-¿Me hablan a mi? – contestó el joven mirando a todos lados.
-Si, he sido yo – respondió una muchacha hermosísima, escondida tras un árbol. – ¿Has visto un vestido blanco de plumas?. Si lo viste por favor, devuélvemelo . Vivo en el cielo y sin él no podré regresar a mi hogar.
El muchacho sorprendido por la belleza de aquella joven, no pudo contarle que había guardado el vestido y así la joven tuvo que quedarse a vivir en la tierra.
La muchacha se llamaba Orihine, que quiere decir princesa tejedora y ella era una princesa, hija de Tentei, rey Celestial.
La joven se fue a vivir con el pastor y al poco tiempo de estar juntos se enamoraron y se casaron.
Una mañana, cuando Hijoboshi, se fue a trabajar, Orihine encontró su vestido escondido entre dos vigas de la casa.
Aquella tarde cuando el joven regresó se sorprendió al ver a Orihine con su vestido alzándose hacia el cielo y diciendo:
- Si realmente me amas, teje mil pares de sandalias de paja y entiérralas alrededor del árbol de Bambú. Si lo haces, nos veremos de nuevo.
Orihine se elevó cada vez más alto y regresó a su hogar en el cielo.
El joven se quedó muy triste, solo en su casa, pero sabía perfectamente lo que debía hacer.
Así que al día siguiente muy temprano, empezó a tejer las sandalias de paja.
Siguió tejiéndolas día y noche sin descansar hasta que tuvo casi mil pares y las enterró bajo el árbol de Bambú, tal y cómo le había dicho su esposa.
Al día siguiente vio con sorpresa que allí donde estaba el pequeño árbol, había uno más grande y alto que llegaba hasta el cielo, y sin importarle la altura empezó a subir por él, ayudándose con pies y manos.
Subió y subió sin parar y cuando estaba por llegar, descubrió que al Bambú le faltaban algunos metros para llegar hasta el cima del cielo. Había estado tan apresurado en hacer las sandalias que no se dio cuenta que había hecho sólo 999 pares.
Así que el joven comenzó a gritar:
-¡Orihine!¡Orihine aquí estoy!.
-¡Eres tu! – exclamó la princesa. Entonces estiró su mano y ayudó al joven a subir. Se abrazaron fuertemente. Ambos estaban muy felices de verse de nuevo.
Tentei, el padre de Orihine, , sin embargo, no estaba tan contento de que su hermosa hija se hubiera casado con un hombre del mundo de abajo. Trataba mal al joven y le deba mucho trabajo para hacerlo infeliz y así separarlo de su hija.
Un día el Rey Tentei se acercó al joven y le dijo:
-Vigilarás el campo de melones durante tres días y tres noches. Si logras hacerlo bien podrás quedarte con mi hija.
Cuando Hijoboshi, pastor de estrellas, le contó a Orihine lo que su padre le había pedido ella le dijo que tuviese mucho cuidado porque que su padre había puesto una trampa y que no importara cuanta sed tuviese, no debía por ningún motivo coger un solo fruto del huerto para calmar su sed.
Hijoboshi, a la mañana siguiente fue al campo a cuidar de los melones y se dio cuenta que en aquel lugar hacía mucho calor. Los melones se veían muy jugosos. Pero el joven Hijoboshi trataba sólo de pensar en su amada. Puso todo su empeño por lograr no tocar ni una fruta, pero al tercer día el joven estaba tan sediento que sin poder soportar más la sed tomo uno de los melones y al momento de hacerlo una gran cantidad de agua comenzó a brotar de la fruta. Y fue tanta el agua que brotó, que se formó un río muy grande, tan grande que los esposos quedaron separados por el.
Los dos amantes, mirándose uno al otro a cada lado del río, se convirtieron en dos estrellas, Altair y Vega.
Y dicen que hasta el día de hoy se pude ver a la pareja en el cielo y que él padre de Tanabata sólo les permite encontrarse una vez al año en la noche del 7 de Julio.
Hasta el día de hoy, las dos estrellas brillantes se miran la una a la otra a través de la Vía Láctea.