viernes, 29 de mayo de 2020


LAS HADAS
(Cuento de Charles Perrault)
(Ilustración - fuente: Internet)

Érase una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía tanto en el carácter y en el físico, que quien veía a la hija, le parecía ver a la madre. Ambas eran tan desagradables y orgullosas que no se podía vivir con ellas. La menor era el verdadero retrato de su padre por su dulzura y suavidad, además poseía una extrema belleza. Como por naturaleza amamos a quien se nos parece, esta madre tenía locura por su hija mayor y a la vez sentía una aversión atroz por la menor, tanto que la hacía comer en la cocina y trabajar en las labores domesticas sin cesar.
Entre todo lo que debía hacer, esta pobre niña tenía que ir dos veces al día a buscar agua a una media legua de la casa, y volver con una enorme jarra llena.
Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer rogándole que le diese de beber.
-Como no, mi buena señora -dijo la hermosa niña.
Y enjuagando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de la fuente y se la ofreció, sosteniendo siempre la jarra para que bebiera más cómodamente. La buena mujer, después de beber, le dijo:
-Eres tan bella, tan buena y tan amable, que no puedo dejar de obsequiarte un don -pues era un hada que había tomado la forma de una pobre aldeana para ver hasta dónde llegaría la gentileza de la joven-. Te concedo el don -prosiguió el hada- de que por cada palabra que pronuncies saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa.
Cuando la hermosa joven llegó a casa, su madre la reprendió por regresar tan tarde de la fuente.
-Perdón, madre mía -dijo la pobre muchacha- por haberme demorado-; y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.
-¡Qué estoy viendo! -dijo su madre, llena de asombro-; ¡parece que de la boca te salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso, hija mía?
Era la primera vez que le decía hija.
La pobre niña le contó ingenuamente todo lo que le había pasado, no sin botar una infinidad de diamantes.
-Verdaderamente -dijo la madre- tengo que mandar a mi hija; mira, Fanchon, mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla; ¿no te gustaría tener un don semejante? Bastará con que vayas a buscar agua a la fuente, y cuando una pobre mujer te pida de beber, ofrecerle muy gentilmente.
-¡No¡ de ninguna manera -respondió groseramente la joven- ¡yo no voy!
-Deseo que vayas -repuso la madre- ¡y de inmediato!
La hija mayor no tuvo mas remedio que ir, pero se fue refunfuñando. Tomó el más hermoso jarro de plata de la casa. No hizo más que llegar a la fuente y vio salir del bosque a una dama magníficamente ataviada que vino a pedirle de beber: era la misma hada que se había aparecido a su hermana, pero que se presentaba bajo el aspecto y con las ropas de una princesa, para ver hasta dónde llegaba la maldad de esta niña.
-¿Habré venido acaso -le dijo esta grosera mal criada- para darte de beber? ¡Justamente he traído un jarro de plata nada más que para dar de beber a su señoría! De acuerdo, bebe directamente, si quieres.
-No eres nada amable -repuso el hada, sin irritarse-; ¡está bien! ya que eres tan poco atenta, te otorgo el don de que a cada palabra que pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.
La joven volvió a casa y ni muy bien la madre la vio llegar le gritó:
-¡Y bien, hija mía?
-¡Y bien, madre mía! -respondió la malvada, echando dos víboras y dos sapos.
-¡Cielos! -exclamó la madre- ¿qué estoy viendo? ¡Tu hermana tiene la culpa, me las pagará! -y corrió a pegarle.
La pobre niña arrancó y fue a refugiarse en el bosque cercano. El hijo del rey, que regresaba de la caza, la encontró y viéndola tan hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué lloraba.
-¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa.
El hijo del rey, que estaba deslumbrado por la belleza de la joven se deslumbró aún más al ver salir de su boca cinco o seis perlas y otros tantos diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella le contó toda su aventura.
El hijo del rey se enamoró de ella, y considerando que semejante don valía más que todo lo que se pudiera ofrecer al otro en matrimonio, la llevó con él al palacio de su padre, donde se casaron.
En cuanto a la hermana, se fue haciendo tan odiable, que su propia madre la echó de la casa; y la infeliz, después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se fue a morir al fondo del bosque.
Fin.

jueves, 23 de abril de 2020

EL TIGRE, EL SABIO Y EL CHACAL
(Cuento popular indio)
(Ilustraciones - Fuente: Internet)



En un pueblo de la India había un tigre que por las noches se metía en los corrales y se comía los corderos y las ovejas de la gente. 
Un día, consiguieron encerrarlo en una jaula de bambú y la gente se quedó tranquila, porque ya no podría atacar a sus animales. 

Un día pasó un viejo sabio cerca de la jaula. El tigre le dijo que tenía mucha sed y le suplicó que lo dejara salir para ir a beber al río. 



- Si te libero, me comerás – dijo el viejo sabio.



- No viejo sabio, no te comeré. Todo lo contrario, te estaré muy agradecido y te obedeceré en todo. Sólo iré a beber agua al río y volveré a mi jaula. Te lo prometo. 



El sabio se quedó pensativo por unos momentos. Pensó que el tigre decía la verdad y le abrió la jaula. 
Entonces, el tigre, que estaba más hambriento que sediento, saltó sobre el sabio con la boca abierta mientras le decía: 



- ¡Oh! viejo sabio, has sido muy inocente con dejarme salir. ¡Ahora te comeré!



- No es justo, esto! Yo te he liberado y ahora tu me quieres comer! Me has prometido que no lo harías. Hemos hecho un pacto. ¡No es justo!



- Sí que es justo. ¡Tengo derecho a comerte! – replicó el tigre.



- Pero yo he confiado en ti – respondió el sabio - Haremos una cosa. Preguntaremos a los tres primeros seres vivos que pasen por aquí si es justo que me comas. Si todos dicen que si, no pondré resistencia y me podrás comer. Pero si sólo uno de ellos dijera que no es justo, no me tocarás ni un pelo! 



- Ummm.... De acuerdo – dijo el tigre. Pero que sea rápido, eh? Que tengo mucha hambre. 



Por allí pasaba un buey. El sabio y el tigre se le acercaron.



- Hola, amigo buey. Tenemos una duda y te la queremos consultar. Este tigre estaba prisionero en una jaula y me ha pedido que lo liberara para ir a beber agua. Me prometió que no me comería, pero después de liberarlo quiere comerme. Crees que es justo? 



- Cuando era joven, trabajaba de sol a sol en el campo. Tiraba de la carreta todo el día, para que mi amo labrara el campo. Pero ahora que soy viejo, me ha echado de casa porque ya no sirvo para trabajar. Los hombres no son justos…Tigre, te lo puedes comer.


La boca del tigre se llenó de saliva. No lo pudo evitar y volvió a saltar sobre el viejo. ¡Tenía mucha, mucha hambre!



-¡Un momento! – dijo el sabio - Hemos acordado que le preguntaríamos a tres seres vivos y este era solo el primero. 



- De acuerdo, de acuerdo - dijo el tigre - Pero vayamos rápido, ¡que hace días que no como nada! 



Entonces pasaron por debajo de un mango. El sabio se dirigió a él: 

- Amigo mango. ¿Tú piensas que es justo que este tigre me coma después que lo haya liberado de una jaula donde estaba preso? Me prometió que no lo haría y ahora me quiere comer ¿Tu que opinas?

El mango hizo un movimiento con las ramas y contestó:



- A los hombres les gusto en primavera y en verano, cuando comen mis frutos y vienen a yacer bajo mis ramas para dormir. Pero en invierno, me cortan las ramas y me calan fuego. No me hables de justicia. Yo creo que estás en tu derecho de comértelo, tigre. 



Nuevamente, el tigre saltó sobre el viejo sabio. Pero este le recordó que sólo le habían preguntado a dos seres y que todavía faltaba uno. 


Entonces se cruzaron con un chacal. Cuando le plantearon la duda, el chacal dijo: 



- Uff…. pues es que soy un poco tonto y no puedo imaginar las cosas si no las veo. 



- Es muy fácil - dijo el tigre - Yo estaba encerrado en una jaula de bambú…



- ¿En una jaula?- lo interrumpió el chaca - Y cómo era?



- ¡Pues una jaula de bambú normal!

como cualquier jaula – dijo el tigre que comenzaba a impacientarse.

- Es que si no la veo, no los podré ayudar – respondió el chacal.



Entonces se dirigieron a hacia la jaula y el sabio se la mostró. 



- El tigre estaba encerrado en esta jaula y me pidió que lo liberara.- explicó
el sabio.


- ¿Encerrado? ¿Encerrado cómo?- preguntó el chacal



- ¡Mira que llegas a ser tonto, chacal! ¡Estaba dentro de la jaula con la puerta cerrada! 

- Pero,  ¿encerrado? ¿cómo encerrado? – preguntó nuevamente el chacal.

- Si que eres un tonto y un bruto chacal, encerrado ¡así! dijo el tigre mientras entraba en la jaula y cerraba la puerta. 

Y se quedó encerrado otra vez. 



– ¡Ay, no! ¡Estoy otra vez encerrado! ¡Ábranme  la puerta, déjenme salir!!! – exclamaba el tigre sin parar. 



- Bueno tigre, ahora si que puedo imaginar como estabas. Espero que nunca seas tan tonto como yo - dijo el chacal. 

Y él y el sabio se alejaron de la jaula dejando encerrado al tigre para siempre.

Fin.